Jornada 25 Aniversario Asociacion de Internautas


Isabel San Sebastián tiene razón en una cosa


...sin olvidar la invocación del «derecho a la cultura». Un «derecho» que estos amigos de lo ajeno interpretan como los comunistas de Andalucía el referido a la vivienda...
("Muerte lenta de la creación", Isabel San Sebastián, diario ABC, 14/04/14)




Algo de razón sí que tiene Isabel San Sebastián al comparar ambos derechos: el derecho a la cultura y el derecho a la vivienda. Obviamente no están al mismo nivel en la pirámide de Maslow, pero lo cierto es que ambos derechos tienen un origen similar.

Comencemos por la vivienda. Es cierto que hay quien situaría la vivienda en el segundo escalón de la pirámide de Maslow, el referido a la seguridad y protección tanto de la salud como de las posesiones físicas de la persona, aunque sus relaciones con las necesidades fisiológicas son tan grandes (es difícil mantener un buen estado de salud viviendo en la calle) que muchas personas la situarían en la base de las necesidades humanas. No estamos hablando (como erróneamente interpreta la señora San Sebastián el derecho a la vivienda) del derecho a "adquirir una vivienda"...

...obviando que se trata del derecho a adquirir un bien cultural o un piso, no de una patente de corso para dar una patada en la puerta.

("Muerte lenta de la creación", Isabel San Sebastián, diario ABC, 14/04/14)

...sino más bien de la necesidad de vivir bajo techo: lo de pagar o no pagar es secundario, lo de sobrevivir es prioritario.

En 1796 decía Thomas Paine en "Justicia agraria" que ...la condición de toda persona nacida en el mundo, después de que comienza un estado de civilización, debe no ser peor que si hubiera nacido antes de ese periodo ...

...la tierra, en su estado de cultivo natural era, y siempre tendría que seguir siendo, la propiedad común de la especie humana. En ese estado todo hombre habría nacido para la propiedad. Habría sido un propietario colectivo vitalicio, con apoyo en la propiedad del suelo y en todos sus productos naturales, vegetales y animales...

...es el valor del aprovechamiento, solo, y no el de la tierra misma, el que constituye la propiedad individual.
Cada propietario, por tanto, de terrenos cultivados adeuda a la comunidad una renta del suelo (no conozco un término mejor para expresar la idea) por el terreno que ocupa; y es de esta renta del suelo de donde procede el fondo propuesto en este plan.

El plan al que se refería Paine era el siguiente:

Crear un fondo nacional, del cual se pagar a a cada persona, cuando alcance la edad de veintiún años, la suma de quince libras esterlinas, como compensación parcial por la pérdida de su herencia natural causada por la introducción del sistema de propiedad territorial.
Y además, la suma de diez libras al año, de por vida, a cada persona actualmente viva de cincuenta años de edad, y a todos los demás cuando alcancen esa edad.

Resumiendo:
  1. La propiedad de la tierra es, en realidad, colectiva.
  2. Aquel que sea legalmente considerado como "propietario" de un terreno en realidad no lo es en mayor medida que cualquier otra persona: simplemente disfruta de dicho terreno en régimen de alquiler y debe una renta a la comunidad. 
  3. Todos los miembros de la comunidad tienen derecho a percibir una parte de esa renta.
Esta idea, muy próxima al moderno concepto de Renta Básica Universal y que Paine explicaba en lo relativo a la tierra, puede aplicarse igualmente a la vivienda. Pero el caso es que no se aplica, de manera que hay un amplio porcentaje de miembros de la comunidad a quienes no se les reconoce ningún derecho sobre la tierra, la vivienda ni ningún otro recurso. En la práctica se les ha excluido de los beneficios derivados de unos bienes que, inicialmente, eran de propiedad colectiva, y el único recurso que les queda (dar una patada en la puerta) ha sido declarado ilegal.

Pasemos ahora a la cultura. Somos enanos que podemos ver lejos gracias a estar subidos a hombros de gigantes, o eso han venido afirmando una larga sucesión de pensadores a lo largo de la historia: Bernardo de Chartres (Francia, siglo XII), Robert Burton (Inglaterra, 1621), Diego de Estella (España, 1622), Isaac Newton (Inglaterra, 1676)... En realidad hasta finales del siglo XIX nadie puso en duda que el conocimiento humano fuese una obra colectiva, perteneciente por igual a toda la Humanidad. En 1883, sin embargo, el Convenio de la Unión de París intentó acabar con este concepto de conocimiento colectivo sentando las bases de lo que hoy se conoce como propiedad industrial. Al igual que anteriormente se habían parcelado las tierras comunales y asignado propietarios individuales ahora se intentaba parcelar el patrimonio científico y tecnológico colectivo de toda la Humanidad y entregárselo a un reducido número de presuntos titulares. Nueve años despues, en 1892, Piotr Kropotkin publicaba "La conquista del pan", explicando así su opinión sobre la propiedad industrial:

Todo se entrelaza: ciencia e industria, saber y aplicación. Los descubrimientos y las realizaciones prácticas que conducen a nuevas invenciones, el trabajo intelectual y el trabajo manual, la idea y los brazos. Cada descubrimiento, cada progreso, cada aumento de la riqueza de la humanidad, tiene su origen en la conjunción del trabajo manual e intelectual del pasado y del presente.

Entonces, ¿con qué derecho alguien se apropia de la menor parcela de ese inmenso todo y dice: "Esto es solo mío y no de todos"?

Otro tanto podría decirse de la cultura, que fue libre mientras no fue negocio. Pero en cuanto el desarrollo de la industria textil proporcionó, como subproducto, una enorme cantidad de restos de tejidos con los que fabricar papel no tardó en desarrollarse la industria editorial. Los inicios de esta industria hay que buscarlos en la época de Gutemberg, allá por 1449, y durante mucho tiempo los únicos "privilegios" (que no derechos) reconocidos a esta industria eran los ejercidos por los impresores (no por los autores). En realidad la primera legislación sobre derechos de autor fue el "estatuto de la Reina Ana" de 1710, y la primera Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos fue creada en Francia en 1777.

Así que, sí, Isabel San Sebastián tiene razón en una cosa: tanto el derecho a la cultura como el derecho a la vivienda vienen del mismo sitio... y puede decirse que nos fueron escamoteados de la misma manera: parcelando y privatizando los bienes comunes. El problema de fondo es que algunos seguimos considerando que existe el derecho (universal) al acceso de bienes comunes, mientras que Isabel San Sebastián habla del derecho (para quien tenga un nivel económico suficientemente alto) a la compra de bienes privatizados.
Reproducido de Foro Espronceda

pdfprintpmail