Jornada 25 Aniversario Asociacion de Internautas


Donde dije dic digo Didac


De la serie: «Gramática parda» . Sujeto - El conseller del DURSI (Departament d'Universitats, Recerca i Societat de la Informació) de la Generalitat de Catalunya, don Carles Solà. Verbo - El nuevo operador neutro de telecomunicaciones que impulsa la Generalitat será, finalmente, privado, es decir, mucho menos neutro. Predicado - Todavía lo oigo, todavía oigo a Carod Rovira hablando del operador de Telecomunicaciones catalán y público que iba a terminar con la brecha digital. Allí estaba yo (o sea, la Asociación de Internautas e Hispalinux), allí estaban Òscar del Pozo y Jordi Mas (o sea, Softcatalà), allí había gente de, por lo menos dos universidades catalanas (la de Barcelona y la Politècnica) y allí estaba la flor y la nata de los dirigentes republicanos con competencias en materia de TIC. Y todos nos miramos, pensando que la operadora pública sería una buena cosa, siempre que Bruselas no pusiera pegas.




Cuando quedó claro que el tripartit nos había dado -a los catalanes, en general, y a la sociedad civil TIC, en
particular- el timo de la estampita y que nada de software libre en las administraciones públicas y en la enseñanza (incluyendo bochornosa fotografía con la Rosa de España y el rebochornazo de cepillarse a un pequeño cargo -después de echarlo públicamente a los leones- por la imprudencia fotográfica), sólo nos quedaron, del paraíso prometido, dos patéticos pedrusquitos a los que aferrarse: el reparto de los suministros TIC a la Generalitat entre pequeñas y medianas empresas, al licitar esas prestaciones de servicios por pequeños paquetes, por un lado; y, por otro, el operador neutral y público que gestionaría una red de cableado no menos pública para acabar con la brecha digital en Cataluña.

Nos habían prometido caviar y nos quedábamos en unos modestos jurelillos pero, en fin, todo es comida y todo puede aprovecharse. La creación de un sólido tejido PYME en materia de TIC y la práctica eliminación o drástica disminución de la brecha digital en su proyección territorial (quedaría solamente la social) no era mala alimentación, a falta de todo lo demás.

Hace poco, apenas cosa de una semana, supimos que los suministros TIC a la Generalitat habían sido reducidos a tres grandes paquetes: el más grande y jugoso para T-Systems, el mediano para Indra y quedaba por dilucidar el menos enorme. Por cierto -e incidentalmente- en Indra tiene una participación de primera fila Caja de Madrid, así que dejo al lector y a su imaginación qué puede ello significar en relación a la OPA gasoeléctrica dichosa. Y ahora sabemos que el operador neutral de telecomunicaciones de Cataluña será una empresa privada a la que se le entregará la red pública (y su extensión, puesto que ahora mismo ya se están invirtiendo varios millones de euros y hay otros tantos previstos para 2006) mediante el sistema de concesión.

Ya sabemos en qué consiste el sistema de concesión: se entrega a una empresa privada la gestión de un servicio o infraestructura públicas a cambio de un [muy modesto] canon y la empresa privada hace,
sencillamente, lo que le da la santísima gana y, sobre todo, amasa unos [muy poco modestos] beneficios. Y el interés público, nos lo pasamos por la barretina.

Dentro de unos años, seguiremos teniendo brecha digital, tendremos una red de cable estupenda -estupenda, allá donde la haya- gestionada por una empresa privada que se estará poniendo las botas y utilizada por unas terceras operadoras que sin gastarse un duro en infraestructuras operarán cómodamente esquilmando al sector ciudadano catalán favorecido por esa red financiada con dinero público y explotada -hasta con dinamita- por una entidad privada.

Operador neutral, que le dicen.

O sea que, hundidos esos dos parcos peñascos que nos quedaban, Cataluña -como el resto de España-
continúa rodeada de un hediondo olor a pies: sin un sistema eficiente de telecomunicaciones, sin un modelo avanzado, progresista y progresivo de gestión informática en la administración pública y en la enseñanza, sin la entrada de las PYMES -elemento esencial de la economía y de la industria catalana- en el negocio del servicio de tecnologías a la administración pública, y sin perspectivas de terminar con la brecha digital porque la red pública será entregada a una empresa privada.

Eso sí, nuestros políticos nos han proporcionado -algo es algo- teatro de calidad: ahí está, sin ir más lejos, el rifirrafe de la negociación de un Estatut que, incluso bien hecho (y huelga decir que va a ser un cagallón), no interesa un pimiento al común de los catalanes.

Y lo único que interesaba de todo ese cuento, un sistema eficiente, permanente y suficiente de financiación -que lo necesitamos tanto como el aire- nos lo pintamos al óleo.

Sin un duro y en la Edad de Piedra.

¡Ugh!

Javier Cuchí en El Incordio

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