Jornada 25 Aniversario Asociacion de Internautas


¿QUERRÁN TAMBIÉN ACABAR CON INTERNET?

Autores contra consumidores


La Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) tuvo a bien admitirme entre sus socios en el año 1999, cuando decidí empezar a registrar las canciones infantiles que componía y grababa para el programa de Televisión Melilla "La Brujita Voladora" que dirige mi querido amigo José Oña. Tomé aquella decisión, sencillamente, para que constara que son melodías de aquí, de la casa, y que nadie a cuyos oídos llegara de alguna manera decidiera aprovechar por su cuenta alguna (tal y como ocurre en ocasiones) con algún ánimo, digamos, ajeno al simple divertimento infantil.




Formalicé el correspondiente contrato, en una de cuyas cláusulas se establece que dicha entidad quedaba a cargo de la gestión y administración de, entre otros, el "derecho de comunicación pública, que comprende (...) la difusión pública de las obras radiodifundidas o televisadas". En varias ocasiones consulté con la SGAE si la difusión (casi diaria durante años) de esas canciones mías (o cualesquiera otras de las que suenan en la televisión local) supone algún derecho de remuneración con arreglo a la Ley de Propiedad Intelectual. Jamás se me contestó.

Con el paso de los años dejé de interesarme por el tema pues ni mucho menos tengo el mínimo ánimo de lucro en este asunto, a pesar, ya digo, de que suenan casi a diario y a lo largo de casi todo el año en el mencionado programa infantil más de veinte de mis canciones, de las cuales trece están convenientemente registradas en la SGAE. Llegó un momento en que pensé en que ya no había motivo para seguir registrándolas.

No obstante, al final del pasado año volví sobre el tema y de la respuesta (escrita) del directivo que me atendió deduje que o te pones tú a vigilar dónde y cuándo suenan tus canciones para después reclamar en determinados plazos, con presentación de certificados incluida, o nadie va a velar por esos derechos que tienes cedidos por contrato.

Desde luego que nada de esto tendría mayor importancia de no ser porque hace unas semanas la SGAE me dirige una serie de misivas con ocasión de la reciente reforma de la Ley de Propiedad Intelectual con objeto de "mantenernos informados" (tres cartas pero ningún contenido de dicha reforma, por cierto) y, el colmo, "para que participes en cuantas acciones se organicen para la defensa de tus derechos". Acordarse de los socios sólo cuando truena me parece una desvergüenza. En cualquier caso, como consumidor, siempre estaré en contra de cualquier medida que tienda a encarecer unos productos de cuyo uso ilegal no se nos puede hacer "paganos" a los consumidores, sobre la base de una propiedad intelectual de la que mucho habría que hablar. Eso que piden los patronos del intelecto del canon a pagar de más por los cds y demás formatos vírgenes me parece un atraco. ¿Querrán también acabar con Internet?

Adelante, inténtenlo. Cuando la bolsa sonaba nadie piaba. Ahora que la tecnología, supuestamente, iguala a las gentes, va a resultar que tampoco tenemos derecho a disfrutar de lo menos caro. Se nos han puesto ante las narices una serie de posibilidades tecnológicas generadas por la competitividad y el desarrollo tecnológico. Si quieren (queremos) los autores que no se les caiga el chiringuito, apúntense a ese carro de la competitividad, pero no como las multinacionales esas que se van de rositas a fabricar al tercer mundo para regatear en gastos de un personal al que aquí dejan tirado como si de una colilla se tratase. Por mucho que la SGAE haya contribuido al desarrollo cultural, todos sabemos que las inmorales reglas del llamado libre mercado no las hemos hecho los sufridos consumidores. ¡Qué otro gallo hubiera cantado! Y si no que se lo pregunten a los inversores filatélicos.

Tampoco somos los únicos culpables de la decadencia de "lo intelectual", cuya difusión es cosa exclusiva de sus dueños. A pesar de la piratería, el cine yanqui se forra con películas basura, y el cine porno es el más consumido en el mundo. No oigo a los "propietarios intelectuales" de esas películas quejarse de que les copien a escondidas. Ni a las grandes estrellas de Hollywood excesivamente preocupadas. Un disco de los Beatles costaba la mitad antes de que Michael Jackson comprara los derechos de las canciones del cuarteto de Liverpool. De un mes para otro pasaron a costar de 1.800 a 3.500 pesetas. Y eran los mismos discos, sólo que ahora esas canciones pueden oírse en los anuncios televisivos. ¿De qué nos están hablando?

Espero que las asociaciones de consumidores ejerzan tanta o mayor presión que los patronos de la propiedad intelectual y hago un llamamiento para que la reforma legal que acaba de imponérsenos no salga adelante en esos términos tan perjudiciales para la gran mayoría. ¿Es que no tenemos derecho a nada barato, aunque sea de calidad?

Por Santiago Anglada Capel. Reproducido de Melilla Hoy

Díles con tu firma NO AL CANON

No te quedes parado. Distribuye este mensaje entre todos tus contactos. Qué nadie diga que no firmó contra el CANON porque nadie se lo dijo. ¡!Haz que se enteren!!.

No lo olvides: Firma y haz correr este mensaje

pdfprintpmail