Juan Varela en (COLPISA) - Habrá que esperar a la nueva ley, pero la revuelta internauta contra los excesos en la persecución de las descargas, animados por la SGAE y la industria del entretenimiento, demuestra el poder de este nuevo espacio público. Es difícil entender por qué el Gobierno propuso un cierre administrativo para defender un derecho económico frente a los fundamentales de los ciudadanos. Competencia ha pedido además la reforma de la gestión de derechos de autor al considerar un monopolio a la SGAE, Cedro y resto de entidades.
Los dueños del contenido aumentan su presión contra las descargas, la copia y los enlaces. Los usuarios no saben vivir sin ellos y defienden el derecho de cita, la copia privada también el P2P, reconocido en sentencias y un acceso a la información y los contenidos abierto. La crisis aprieta y los medios, discográficas y hasta los editores de libros, ahora que amanece el ebook, demandan garantías para un negocio que pierde beneficios. Pelean creadores y audiencia en una disputa superable sólo con un cambio económico y un nuevo consenso sobre los contenidos y su uso cuando la copia ya no tiene valor.
El problema no es sólo legal. Es un cambio de mercado, tecnología, productos y consumo radical. El Congreso debate en estos momentos la propiedad intelectual, como en Europa, en Gran Bretaña con una ley de economía digital o el ACTA, una negociación mundial. Varios partidos piden una reforma profunda para acabar con las guerras del enlace y el P2P. Ninguno debería perder sus derechos: autores y distribuidores sobre sus obras, el público a usarlas sin limitaciones abusivas y las empresas tecnológicas a facilitar el acceso. Hace falta creatividad legal y situar la innovación como un objetivo compartido.
Los dueños del contenido aumentan su presión contra las descargas, la copia y los enlaces. Los usuarios no saben vivir sin ellos y defienden el derecho de cita, la copia privada también el P2P, reconocido en sentencias y un acceso a la información y los contenidos abierto. La crisis aprieta y los medios, discográficas y hasta los editores de libros, ahora que amanece el ebook, demandan garantías para un negocio que pierde beneficios. Pelean creadores y audiencia en una disputa superable sólo con un cambio económico y un nuevo consenso sobre los contenidos y su uso cuando la copia ya no tiene valor.
El problema no es sólo legal. Es un cambio de mercado, tecnología, productos y consumo radical. El Congreso debate en estos momentos la propiedad intelectual, como en Europa, en Gran Bretaña con una ley de economía digital o el ACTA, una negociación mundial. Varios partidos piden una reforma profunda para acabar con las guerras del enlace y el P2P. Ninguno debería perder sus derechos: autores y distribuidores sobre sus obras, el público a usarlas sin limitaciones abusivas y las empresas tecnológicas a facilitar el acceso. Hace falta creatividad legal y situar la innovación como un objetivo compartido.