Jornada 25 Aniversario Asociacion de Internautas


opinión

Escolares e Internet


Nuestros escolares, ¿Saben de verdad que hay un mundo real? ¿Saben, o al menos imaginan, los riesgos de internet? Los adultos ¿Sabemos que pasa en los ordenadores de nuestras casas? ¿Estamos seguros que nuestros hijos saben hacer uso de esta herramienta? ¿Promovemos adecuadamente las capacidades de nuestros niños y adolescentes?





Leía hace poco este comentario en un muro de Facebook:

    «Verídico:

    La semana pasada, en catequesis de confirmación (12 años) les asignamos un santo a cada uno y les pedimos que, para ayer, traigan una breve reseña de su vida... santos normales, nada especialmente desconocido. Dos de las chicas nos dicen que no lo han podido hacer porque se les ha roto el internet y no tenían modo de buscarlo, les respondo: "¿y no lo podíais haber buscado en algún libro?" y la respuesta sorprendida de toda la clase fue: "¡¡Las vidas de los santos vienen en los libros!!"...

    Mucha mochila digital, mucho internet, mucho nuevo medio audiovisual pero estamos creando una generación de simples, vagos, ignorantes y sin recursos. Como un día pete la wikipedia, el colectivo estudiantil español va a convocar suicidios en masa.»

La autora de este comentario, Mercedes Gómez Hernández, me es muy próxima y, como se suele decir, tiene la cabeza bien amueblada?.

Saber que esta actitud es algo ya demasiado habitual no ha evitado que se me ?encendiera? una luz de alarma en mi cabeza.

Internet hay que saber usarlo

¡Menuda perogrullada! ¡Claro que sabemos usarlo!

¿Seguro que sabemos? No estoy yo tan seguro. Pocos días después de encontrarme el mensaje anterior, a través del muro de una amiga que reside en Málaga, leía un artículo del blog de Noelia López-Cheda: «Me niego a ser la agenda de mi hija por el whatsapp».

La historia que relata esta madre hace referencia en realidad a la necesidad que tienen los niños y adolescentes de aprender a tomar decisiones y asumir responsabilidades pero algunos de las ideas que manifiesta hicieron que se me encendiera otra luz de alarma por las implicaciones que refleja. Repito que no por sabido deja de ser más alarmante; tal vez, incluso, sea peor porque si se sabe que algo se está haciendo mal y no se pone remedio ¡doble pecado!

Como bien dice esa madre en su artículo se está creando una generación que desconocen lo que es tener una iniciativa o tomar una decisión, «niños que cuando crezcan solo esperarán instrucciones y órdenes para empezar a actuar»; yendo un punto más allá: una generación de ?aprieta teclas? que ignora lo que es investigar. La curiosidad innata del ser humano está muriendo en este mundo digital y no eres nadie si, independientemente de la edad, no tienes una realidad digital.

En el comentario de Mercedes hay dos cosas que me llamaron la atención. Primero la excusa de las dos niñas: «no lo han podido hacer porque se les ha roto el internet y no tenían modo de buscarlo»; segundo, la sorpresa generalizada de los catecúmenos: «¡¡Las vidas de los santos vienen en los libros!!». Sí: Las vidas de los santos, la Historia de la Humanidad, su Cultura, la Ciencia, los avances tecnológicos, las gestas deportivas... Casi todo está en los libros, incluso internet, porque sencillamente hay un mundo real que va más allá de este oráculo en que se ha convertido internet. El que nuestros hijos tengan cierto grado de culpabilidad en esta actitud sólo sirve para destacar aun más la culpabilidad que tenemos los mayores.

El artículo de Noelia muestra en este aspecto los dos extremos, pasando de la subyugación total a las nuevas tecnologías («Recuerdo la primera vez que envié y recibí los deberes que se había olvidado Enma por el grupo de whatsapp de las ?madres? del cole. ?¡Qué maravilla esto!? pensé inocente de mi...») a darse cuenta del erróneo planteamiento («Enma cariño, no es mi responsabilidad que se te hayan olvidado los deberes, es la tuya, por lo tanto mañana dices a la profesora que no los llevas porque se te olvidaron y que la próxima no se te olvidarán.»).

Hemos creado un mundo en el que nos hemos convertido en esclavos de la tecnología; la hija de Noelia lo dice claramente, «Y ¿por qué no lo pides al grupo CON LO FÁCIL QUE ES?»; es fácil, demasiado fácil fiarlo todo a la omnipresente red. Es tan fácil que tanto la observación final de Mercedes, «Como un día pete la wikipedia, el colectivo estudiantil español va a convocar suicidios en masa», como la petición de esa niña a su madre son tristes y alarmantes.

Y se convierten en más alarmantes cuando se leen algunos comentarios como el que una madre refleja en el artículo de Noelia: «yo he hecho eso y me he ganado una reprimenda de la tutora de mi hijo». ¿Quiénes han de formar a nuestros hijos les empujan a la vagancia? ¿Quiénes enseñan a las nuevas generaciones no les azuzan a esforzarse?

¡Dios ha hablado!

Sí, y que me perdonen los ultradefensores de la red. Uso internet desde los gloriosos tiempos del módem a 56 kbps y llevo en esta Asociación casi desde el principio de la misma, soy un defensor tanto de la red como de las nuevas tecnologías y me gusta que el mundo se aproveche de las mismas y avance con ellas haciendo un uso racional y sensato de las mismas.

Sin embargo me sigue gustando coger un libro y sentir el tacto y el olor del papel, lo prefiero a un libro digital; sigo usando muchas veces una enciclopedia de las de toda la vida, una Larousse, para consultar y resolver dudas que me asaltan y sigo empleando el DRAE en papel cuando no sé que significa una palabra o dudo sobre su ortografía. Pueden ser anacronismos, pero a mi me enseñaron a buscar, investigar, leer... En definitiva: a emplear las neuronas.

La facilidad con la que se accede a todo este universo digital a veces me da vértigo. No acabo de comprender que nadie, absolutamente nadie, sólo dé por bueno aquello que se encuentra en al red. La facilidad para acceder a la información ha llevado a nuestros escolares a deformar totalmente la realidad.

En este mundo digital hemos reemplazado el típico papá, ¿por qué la nieve es blanca o buscar la respuesta a esa pregunta en un libro por preguntarle a este dios en que hemos convertido internet; nos estamos convirtiendo en unos fundamentalistas digitales que nos fiamos ciegamente de sus respuestas.

Aprender es la base de todo

Que nadie piense que estoy vetando el uso de la red; creo realmente que es una herramienta imprescindible. Pero es eso: una herramienta que nunca ha de suplir el trabajo ni, mucho menos, a la inteligencia.

Ya hay más de un caso en que los trabajos escolares que se encargan se pide que vengan escritos de puño y letra ¿Por qué? La razón que dan los profesores es muy sencilla: Ya saben que los alumnos lo van a buscar en internet, así que al menos tengan que leerlo y copiarlo, y al hacerlo algo se quedará en la cabeza del educando; que no sea un mero ?copiar y pegar? en un procesador de textos.

Hace bastantes años (todavía no existía internet, ¡tan viejo soy!) en un número de la edición española de la revista ?Selecciones del Reader's Digest? leí en un artículo sobre un experimento que se había realizado en un instituto de enseñanza media de EE.UU.:

En un examen de matemáticas o de física (mi memoria no llega a tanto detalle) se había hecho dos veces el mismo examen a los mismos alumnos. La primera vez sin ayuda externa y la segunda permitiéndoles utilizar unas calculadoras proporcionadas por el profesor; todas ellas estaban mal programadas de forma intencionada. Una mayoría de los alumnos, creo recordar que alrededor del 90%, aceptaron por buena la respuesta de la máquina y sólo unos pocos rechazaron la solución electrónica.

Pues bien, en este momento estamos exactamente en ese mismo punto pero con una gran diferencia: Mientras en los años 80 el acceso a las nuevas tecnologías era escaso y, en lo que se refiere a los estudiantes en general, casi se reducía a las asignaturas científicas y técnicas hoy en día lo extraño es que alguien no pueda acceder a internet más allá de los problemas de conexión que todos conocemos, debidos sobre todo a las deficientes infraestructuras que usamos.

Estamos llegando, si no lo hemos hecho ya, a un punto en el que sí no está en la red, no existe o es mentira; únicamente tiene validez aquello digitalmente visible. ¿Cuántos jóvenes nos cruzamos por la calle que van única y exclusivamente pendientes de teclear en la pantalla de su móvil? Lo hacen, eso sí, a una velocidad de vértigo y sin preocuparse comprobar dónde están ni que les rodea.

Seguro que lo positivo de internet supera con creces a lo negativo. Existen hoy en día unas posibilidades de intercambiar datos y opiniones que hace 25 años eran impensables; el almacén de información que es internet es probablemente mayor que el de todas las bibliotecas juntas; se puede decir que no hay materia en el mundo, por minoritaria que sea, que no cuente con una página web que trate sobre ella.

Pero la dependencia digital lleva también a sitios en muchos caso lamentables. Dos que se me ocurren a bote pronto. Primero que nada a un empobrecimiento de la sociedad; el dar por bueno únicamente lo que encontramos en internet hace que no contrastemos la información ni nos preocupemos por buscar alternativas, aceptando por bueno el primer resultado que encontramos en un buscador sin intentar comparar con otros resultados que nos da la propia red.

En segundo lugar provoca un empobrecimiento del idioma, sustituyendo palabras completas por abreviaturas cada vez más absurdas en aras de una economía mal entendida (¡Cuántos mensajes no he dejado de leer por ser incapaz de traducir el galimatías de signos y abreviaturas!) y empleando barbarismos idiomáticos al usar palabras de otros idiomas, especialmente inglés, en lugar de sus equivalentes en castellano.

Cuando hablo de buscar en un libro no refiero a hacerlo exclusivamente en los que están impresos en papel. Internet es la mayor enciclopedia de la que ahora mismo dispone la Humanidad pero, al igual que las enciclopedias de toda la vida, hay que aprender a usarla.

Es nuestra responsabilidad hacer que los escolares sientan la necesidad de investigar, buscar, comparar y contrastar, tomar decisiones. Hemos de ser capaces de enseñar que hay una realidad mucho más allá de internet.

Angel Matilla es miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Internautas


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