Jornada 25 Aniversario Asociacion de Internautas


El poder de las bitácoras


Me anima las pajaritas, en este día de “puente” que, por no serlo para mí, me resulta soporífero, un artículo de mi admirado Antonio José Chinchetru en «Libertad Digital», titulado "Pecados blogosféricos", por el que, inevitablemente, me siento aludido. No personalmente o a título individual, por supuesto: no creo gozar del alto honor de merecer la atención de don Antonio José (y conste que lo digo sin el menor ánimo sarcástico); pero sí como parte de un colectivo que reivindica para sí una cierta trascendencia en el reparto del, llamémosle, poder mediático.





En mi caso concreto, esa reivindicación no se ha limitado simplemente a las bitácoras (Chinchetru sí ciñe a ellas sus críticas) sino que las he extendido a los foros, a las listas de correo y grupos de noticias e incluso -lo asevero ahora por primera vez- a algunas comunidades basadas en mensajerías instantáneas (Yahoo, ICQ, MSN, etc.).

Naturalmente, estoy de acuerdo con que no hay apenas bitácoras que por sí solas tengan alguna influencia, y las pocas que la tienen petenecen a autores consagrados de la prensa ordinaria (en papel o digital), aunque la cosa cambia con la blogosfera considerada en su conjunto; también es desgraciadamente cierto que, en comparación con las de los Estados Unidos, nuestras bitácoras locales no levantan ni el polvo; pero es que en cualquier comparación tecnológica y mediática con los Estados Unidos los pobres españoles mordemos estrepitosamente ese polvo que no levantamos, claro que eso incluye también a los medios comerciales (en papel y digitales).

A mí no deja de sorprenderme lo deprisa que se ponen de acuerdo los medios comerciales de todo el arco ideológico y empresarial, cómo desde «El País» de don Juan Luis hasta la «Libertad Digital» de don Federico se vapulea al independiente con rara unanimidad. Para ser nuestras bitácoras y nuestros confidenciales tan poco influyentes y tan amarillos, hay que ver lo que estamos molestando a los que hasta ahora tenían la exclusiva de la información y hacían de ella mangas y capirotes. Pero todo hay que relativizarlo: también hace poco ponían a parir a los medios comerciales gratuitos (en papel), incluso llegaron a amenazar de boicot a los kioskos que los distribuyeran, y ahora los más poderosos tiburones mediáticos del papel (Polanco y Zeta) ya preparan los suyos propios. Y es que, amigo, o se corre o se pierde el tren.

Lo único que no harán los medios comerciales (o no harán públicamente) es una profunda autocrítica, un análisis de por qué el ciudadano huye de lo que, en definitiva, son fotocopias con distintas presentaciones, formatos y colorines, y busca la información diferente, busca lo que quiere saber y no le dicen, busca poder opinar debajo de un artículo sin la censura del responsable de la sección de cartas al director. Internet ha hecho realidad lo que hasta hace muy pocos años sólo era una falacia: la libertad de expresión. Libertad de expresión que debería consistir -y al fin consiste- no sólo en poder decir lo que se quiera sin acabar en comisaría, sino en tener la posibilidad de ser escuchado por todo el mundo; y luego que sea cada cual quien decida libremente si quiere escuchar o no. Nuestra presunta libertad de expresión no era sino un sarcasmo constitucional reducido a la oficina, al bar y al comedor de casa. La verdadera libertad de expresión estaba secuestrada por los medios convencionales, y lo que ha logrado Internet es el fin de ese secuestro y eso es lo que trae de cabeza a más de cuatro que hasta hace bien poquito tenían el monopolio de la información... y del silencio. Sobre todo del silencio: aquello de lo que no se habla (de lo que no hablan ellos), no existe. Y de pronto... hay espacio suficiente y sobrante para que todo el mundo hable de lo que le dé la gana. Duros son los tiempos para los manipuladores: ya no hay que tener el gran capital a que obliga un periódico, una emisora de radio o una cadena de televisión (o todo junto) para poder hablar y que otros puedan escuchar. Se resiente el poder... y se resiente el negocio, quizá.

Juan Luis Cebrián, por ejemplo, acusaba hace pocos días a los confidenciales de lanzar al tuntún información sin contrastar. ¿Y quién nos garantiza el contraste en «El País», en «ABC», en «El Mundo» o en «El Periódico»? ¿Él? ¿PedroJota? ¿Los dos juntos (y demás colegas)? Pues estamos apañados... Precisamente, no hace muchas semanas, varios redactores de «El País» se quejaban de la imposición de criterios pro-socialistas sobre su trabajo por parte de la dirección y del editor. Magnífica garantía en materia de contrastes: la liquidación de lo único de lo que aún nos podíamos -más o menos y por casos medidos- fiar: la ética de los profesionales. Por no hablar del tango mediático a que ha dado lugar la piscina pública/privada de PedroJota en clave no del interés público eventualmente lesionado sino de puñaladas traperas entre rigurosísimos y contrastadísimos tiburones disputándose la carnaza.

Yo sigo sosteniendo que, más de una vez, la opinión cívica manifestada a través de Internet ha suscitado tal debate que ha obligado a los medios comerciales (sobre todo, a los de papel, en este caso) a entrar en la polémica suscitada: y me reitero en que el más claro ejemplo de ello fue el noviazgo de Felipe de Borbón con la señora sueca aquella. Bien es cierto que, a partir de ese obligatorio afloramiento del asunto a la superficie mediática convencional, y ya puestos, varios factótums de intereses diversos aprovecharon para arrimar el ascua a su sardina, pero esa ya sería una cuestión que atañe, precisamente, al problema de manipulación permanente a que nos someten, desde un campo ideológico u otro (o de interés económico o fáctico) los diversos medios de comunicación comerciales.

También ha causado indisimulado pánico entre la clase política y mediática lo que ocurrió el 13-M, el famoso «¡Pásalo!», aunque fuera a través de otro tipo de medio de comunicación, pero medio libre e incontrolable, a fin de cuentas: el teléfono móvil. En la evidencia de que una oleada de SMS pudo muy bien derrumbar la expectativas electorales de un partido, y aunque en esta ocasión el gran perjudicado fuera el PP, nadie, en ningún partido de izquierdas o de derechas, dormirá tranquilo ya: el día menos pensado, en el momento menos pensado, el «¡Pásalo!» puede ser su sentencia de muerte electoral y reducir a escombros discursos, mítines, campañas, gastos inconmensurables y demagogias; los esfuerzos de la prensa comercial, al servicio de este o de aquel, pueden resultar baldíos en cuestión de unas pocas horas vespertinas y nocturnas y sin respuesta ni reequilibrio posible. Y esto, señores, aunque ya sé que no les gusta nada, lo que se dice nada, es democracia. La prueba es que, paulatinamente, el Partido Popular ha ido apagando la cantinela contra la noche de los SMS largos porque, no pudiendo acusar de ella al PSOE (no puede probarlo, sencillamente porque no hay tal culpabilidad, ya le gustaría al PSOE tener ese poder), dar en público el debido aprecio a la fuerza del medio es contraproducente: para ellos y para todos. Por eso van callando mientras Cebrián y Losantos se angustian en la misma medida.

Al igual que le ha pasado a Micro$oft con el software libre, que adoptando la táctica de silenciarlo para que no existiera, podría haber colaborado decisivamente (y muy a su pesar, por supuesto) en su crecimiento hasta lo irreversible y ahora es causa de los dolores de cabeza de don Guillermo y de los ataques de histeria de don Esteban, los medios convencionales han ninguneado a la opinión en la red hasta que ésta les ha atizado en la cara. Ahora ya es tarde, pero, si les sirve de consuelo, nada hubieran podido hacer aunque hubieran tomado cartas desde el principio. Lo sabe muy bien el admirado Chinchetru, buen conocedor de Internet, y por eso es mayor mi sorpresa ante su artículo (porque, desde luego, me niego a creerlo fruto de una presión corporativa o empresarial).

Claro que, en esto de bitácoras que se miran el ombligo sin ir a más, Chinchetru opone una excepción: las del ámbito liberal, que ésas sí son muchas, buenas e influyentes.

Acabáramos.

Javier Cuchí es miembro de la Asociación de Internautas http://blogs.ya.com/elincordio/200410.htm#21


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