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Niklas Zennström pone en jaque la telefonía tradicional con su programa gratuito Skype


Es lo que tienen las revoluciones de hoy. Nacen y se propagan, pero no se ve de dónde proviene el humo. Quizás es que no hay chimeneas, ni minas. En el siglo XXI la revolución no se hace a la salida de las fábricas. No hay tales fábricas, ni horarios de salida. Y el obrero trabaja en la misma mesa que el patrón, aunque ninguno se llama así. Los dos son ingenieros.




JAVIER MARTIN - EL PAÍS

En estos precisos momentos parece que el humo proviene de un viejo barrio de Londres, en el Soho. Entre sex-shop y casas de apuestas se llega a una modesta casa de pisos, recién pintada de blanco. No se ve a nadie. Metros atrás había más vida. Un portal cerrado, media docena de timbres anónimos, y sólo en uno, con cinco letras pequeñitas, se lee: Skype.

Skype es un programa gratuito para hablar a distancia, también gratuitamente. Dos pegas: hay que tener un ordenador o una agenda electrónica y el receptor de la llamada también debe tener el programa instalado.

Las dos pegas ya no son tan grandes. Una: el programa se puede instalar en cualquier teléfono con Internet; dos, cada segundo que pasa es más fácil que el receptor de la llamada también tenga Skype. En el mundo ya son 71 millones. Cada segundo, 10 personas se descargan Skype. Más aún: aunque el receptor de la llamada no tenga el software, el abonado podrá llamar a la otra esquina del mundo a dos céntimos minuto. Incluso a un móvil. Si no lo es, Skype se parece mucho a una revolución.

El humo sale nada más abrir la puerta del segundo piso. En una improvisada recepción, cinco personas se apretujan con portátiles en el regazo, y con sus abrigos por el suelo. De percheros se anda mal, y de cuadros y de mobiliario de diseño. Todo son mesas corridas, ordenadores y silencio. Algunos escriben de pie, con el ordenador sobre los armarios. En una de las mesas, con la misma austeridad que el resto, Niklas Zennström habla con parte de su equipo.

El trabajo de este sueco grande, educado y de hablar pausado, va pisando callos por donde pasa. Y mide dos metros. A sus 38 años no ha hecho una revolución. Ha hecho dos. Y gratis.

Ahora se afana en que todo el mundo hable gratis por teléfono a través de Internet. "Si el coste de la llamada es cero, me puedo permitir cobrar cero", declara a Ciberp@ís. Zennström, revolucionario en sus programas, y comedido en sus palabras, no cree que las grandes compañías telefónicas vayan a desaparecer, pero sí que tendrán que cambiar su negocio. "El tradicional sí que morirá". Será, en gran parte, por culpa de su software gratuito, que en marzo cumplirá sus dos años de vida. Llevamos poco de siglo XXI, pero Skype es ya su segunda revolución.

La primera la hizo tres años antes, en marzo de 2001, a punto de la desaparición de Napster, una fórmula de intercambio gratuito de archivos (principalmente música), el omnipresente P2P. Zennström y su compañero de aventuras Janus Friis se inventaron KaZaa. La diferencia entre uno y otro es que Napster centralizaba el índice de intercambio de archivos. Para las discográficas fue pan comido cerrar judicialmente el gran invento de Shawn Fanning.

KaZaa no tiene un archivo centralizado. Es imparable. Más de 370 millones de veces se ha instalado Kazaa en los ordenadores. Miles de millones de canciones y películas se intercambian cada año gracias a este programa. Y nadie paga nada.

El primer invento de este sueco dejó tambaleando a la industria musical que, desde hace tres años, culpa del bajón de ventas a Kazaa, o sea a Zennström, el hombre que, con sus programas cambió la industria musical y ahora la telefónica.

Si alguna otra vez no saben de dónde viene el humo, llamen, por si acaso, a Niklas Zennström. Además, es gratis.

Hablar por teléfono con Skype por la Red

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