Jornada 25 Aniversario Asociacion de Internautas


El miedo y la viña


Vuelvo a situarme en el acto contra la traza que el pasado miércoles se celebró en el Ateneu Barcelonès y en el que participamos Jorge Cortell, David de Ugarte y yo. Y vuelven a aparecer en mi memoria algunas caras, un tanto asustadas -alguna que otra, también escéptica- ante los vaticinios de Jorge y de David. Digo vaticinios, es decir, previsiones serias y fundadas, basadas en un amplio conocimiento y en una vasta experiencia, que podrán o no cumplirse pero que responden a parámetros racionales. Incluso algunos de estos vaticinios son reales ahora, los ha hecho reales la ley de la traza que estamos combatiendo.




La ley de la traza hubiera sido impensable hace cinco, seis o siete años, aún teniendo en cuenta que por aquel entonces estaba en el poder el temible PP, de quien parecería más natural la autoria de tal engendro; y sin embargo, ahí tenemos la mal llamada ley (mal llamada porque ha sido por ukase, por decreto-ley no debatido ni votado en el Parlamento) y de su autoría deben -deberían- responder los sociatas.

Y cuando oigo -todavía resuenan en mis oídos- a Jorge y a David diciendo que esto no debería ser así, que debiéramos impedirlo, me pregunto si no nos estaremos comportando como el diputado del PSC que quería someter el comercio electrónico a la normativa española, o como Chenoa clamando porque se limite Internet por hacer mucha pupa a los niños. Al final, como éstos últimos, nosotros también estaríamos pretendiendo que se ejercieran limitaciones y restricciones al libre tráfico en la Red ¿no?

Pues no.

Primero, que no pretendemos en absoluto que se practique limitación ni restricción alguna en la Red. Lo que pretendemos es, justamente lo contrario: que no se impongan restricciones, limitaciones ni condicionantes, y menos cuando éstos pueden servir -y, de hecho, si no lo impedimos, acabarán sirviendo- a intereses espúreos ajenos, en todo caso, al de los ciudadanos.

Segundo, que reconocemos que en determinados momentos y circunstancias puede ser necesaria una limitación puntual y parcial de los derechos de algún ciudadano en concreto, pero como somos tan rojos, tan anarquistas y tan quemacoches, exigimos que esa limitación se realice por orden y bajo vigilancia de un juez (por más críticos que seamos muchas veces, y con razón, sobre los comportamientos de los jueces).

Pero es que ya sabemos lo que ocurre cuando no ponemos jueces por enmedio y la autoridaz ejecutiva tiene demasiado poder y poco ojo togado encima: empiezan a aterrizar aviones cargados de presos habidos en sabe Dios qué progroms y camino de sabe el diablo qué campos de concentración o de exterminio; o algún comisario de policía se pone a filtrar a la sacrosanta empresa privada los datos de unos cuantos DNI, nada, apenas veinticinco mil DNI (y está por ver si no serán veinticinco mil DNI cuidadosamente seleccionados, que es lo más probable); espero, por cierto, que lleguemos a saber, con su razón social completita, cuál o cuáles empresas privadas han sido destinatarias -y paganas- de tan suculenta información. Si apartamos a los jueces de los manejos de esta gentecilla, los infiernos dantescos que nos vaticinan Jorge y David podrían incluso ser jardines de infancia, comparados con la realidad.

Es bueno recordar estas cosas y arreciar en nuestras protestas justo en el momento en que Zap I El Anodino tiene revuelto el gallinero por causa del descenso importante de votos que indican, para un eventual momento presente, el CIS y otras encuestas de distinto pelaje. Quizá empiece a contabilizar el número de votos que le pueden costar tonterías como la traza o el escribir imbecilidades en la Ley de Propiedad Intelectual. Y nosotros haríamos bien en empezar a mentalizarnos en pasarles a estos tíos la factura en las urnas o ellos nos la pasarán a nosotros en muchas libertades y en mucho dinero contante y sonante.

Ofrezco a los obispos, a la COPE y al PP la ley de la traza y la Ley de Propiedad Intelectual como ideas para darle más caña al rojerío sociata: estoy seguro de que aumentará la participación en sus manifestaciones. A nosotros, a los internautas, ya nos da igual, con tal de quitarnos marrones de encima; como igualmente sabemos que si cambia la tortilla serán los peperos los que nos apiolarán y los sociatas los que prometerán como falsarios que con ellos eso no pasaría, vamos a intentar sacar lo que podamos a quien podamos y fidelidades, a nadie. Y el voto, aún menos, si no hay manteca. Y, señores del PP, por muchas chorraditas que hagan vuesas mercedes en el Senado, aquí sigue sin haber manteca. Ya lo saben.

Con todo y eso, yo pediría a Jorge y a David (y por supuesto, a todos aquellos compañeros que tienen una voz que sea escuchada) que moderen un poco el tono catastrófico. Fijaros que no digo catastrofista. Tenéis, bien lo sé, sobrados motivos para este tono y, por supuesto, no me malinterpretéis, no pretendo -en absoluto- que engañéis a la gente (¿qué servicio le prestaríamos entonces?). Pero sí os pido que adecuéis el mensaje al medio, que penséis que las cosas no se pueden decir en una mesa redonda como se dirían en un artículo o en un libro porque, en el primer formato, la gente tiene menos tiempo para meditar, para digerir... Muchos estamos luchando para bajar el tono de las alarmas infundadas que prodigan los ignorantes día sí día también: pederastias, terrorismo (ese falso terrorismo en la red que sólo existe, de manera importante, como excusa para que retrocedamos en nuestros derechos), piraterías... Si vuestras verdades, emitidas crudamente en circunstancias y momentos que no permiten la clasificación racional de la idea en el cerebro y que inducen más bien al pánico irracional, contrapesan ese mensaje de tranquilidad que estamos emitiendo y que es tan necesario para que la sociedad vaya incorporándose a la Red en cada vez mayor número para que cada vez seamos más y mejores los que exijamos esa tan necesaria libertad de la que nos quieren privar, todo nuestro esfuerzo se diluye.

Estuvo en el acto del Ateneu una compañera mía de trabajo. Una muchacha joven, licenciada en Económicas, usuaria habitual de informática y de Internet; le gustó mucho el acto, le pareció que descubría un pequeño mundo nuevo; pero le impresionó ese clamor que Jorge y David lanzaron en pro de la paranoia en red. Imagino la impresión que se debieron llevar los asistentes menos habituados a las tecnologías: ya sabía yo que eso de Internet traía muchos problemas.

No hay que silenciar peligros, no hay que bajar la guardia, no hay que engañar. Pero hay que modular el mensaje, de la misma forma que en una habitación pequeña no escuchamos música con el equipo de sonido que los Rolling Stones emplean en el Nou Camp.

Es una simple cuestión de proporciones.

Opinión de Javier Cuchí con enlaces relacionados en;

El Incordio




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