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SIN ENMIENDA

La logia de la ceja


Igual que los cristianos de las catacumbas, que se daban a conocer entre sí dibujando en el suelo el símbolo de un pez, un grupo de famosos, incondicionales de Zapatero, han hecho de la ceja presidencial su contraseña. A partir de ahora, bastará con ver a alguien arquear el dedo índice y colocarlo sobre su ojo para saber que es de la partida. La ocurrencia es relativamente novedosa. Este signo ‘circuncejo’ ya ha sido utilizado con éxito y por duplicado por la Citröen, aunque en su caso se trate de dos chevrones que aluden a los dientes de un engranaje inventado por el padre de la marca. En definitiva, y para evitar confusiones, si alguien encorva un dedo a la altura de su frente es un votante enmascarado del PSOE; si tuerce dos es que trabaja en un concesionario o es piloto de rallies.




En la plataforma de apoyo a Zapatero -PAZ- están los de siempre más Boris Izaguirre y Luis Montes -más famoso que House gracias al consejero Lamela-, pero la iniciativa ha molestado al PP, que piensa que los “titiriteros” agradecen así el canon digital y las subvenciones. Aznar quiso en su día hacer lo mismo y logró la inquebrantable adhesión de Julio Iglesias, Raphael, Norma Duval y Bertín Osborne, que tampoco se manifestaron nunca por las víctimas del terrorismo como ahora exigen los populares al clan de las bambalinas.

Salvo por el prurito, no se entiende el cabreo del PP, que siempre podría pedir a César Vidal o a Pío Moa que recogieran afectos entre su círculo de amistades y los pusieran al servicio de Rajoy. Es más, parece altamente improbable que el apoyo de Suso de Toro, Moncho Alpuente o Juan Luis Galiardo a la causa zapateril vaya a inclinar la balanza, y siguen sin detectarse movilizaciones de masas tras conocerse que el astronauta Pedro Duque se ha echado la mano a la ceja.

Inservibles para captar el voto, el interés de estas plataformas es puramente antropológico. Se puede seguir la evolución de un individuo a través de los folios en los que ha estampado su sello. Pongamos el caso de Juan Echanove. Sin ánimo de exhaustividad, el actor fue uno de los firmantes del manifiesto de apoyo a IU que Anguita llevó en el bolsillo en las elecciones de 1993. En el año 2000 se le vio aplaudiendo en primera fila como Joaquín Almunia, por el PSOE, y Francisco Frutos, por IU, se juraban amor eterno, poco antes de la debacle de la izquierda que dio la mayoría absoluta de Aznar. Ocho años más tarde es uno de los conjurados de la ‘zociedad zecreta de la zeja’. Algo de evolución ha habido. ¿O no?

En el caso de la logia que nos ocupa, las presencias son tan significativas como las ausencias. Hubiera resultado extraño que el poeta Antonio Gamoneda, amigo de Zapatero y ganador del Premio Cervantes en 2006 –curioso premio:José Jiménez Lozano, amigo de Aznar, lo ganó en 2002- se hubiera llamado andana. Sin embargo, a nadie ha debido de sorprender que la escritora Rosa Regás, ex directora de la Biblioteca Nacional por un quítame allá esos mapas, ni esté ni se la espere.

Lo que ha cambiado son las denominaciones y los procedimientos. Hace algunos años, la iniciativa se habría llamado manifiesto de intelectuales y artistas, y -se supone que a su costa- el escrito hubiera aparecido publicado como remitido de publicidad en las páginas de El País. Hoy se designa como plataforma, que tiene más empaque, y las cámaras y los gastos de producción del vídeo los paga Pepe Blanco. E intelectuales como tales figuran pocos, quizás por timidez.

Con los intelectuales del país asistimos a un fenómeno paulatino de abducción digno de un expediente X. No andamos sobrados de pensadores y la prueba es que Zapatero, por más que ha mirado en León, ha tenido que buscarse a un tal Pettit, que es de Irlanda y da clases en Princeton. Aquí hemos tenido sabios como Jovellanos, Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, Unamuno, Azaña, Giner de los Ríos, Aranguren o Sánchez Albornoz; ahora bien, no le pidan al niño que les recite una lista de nombres que no estén esculpidos en lápidas de cementerio porque le complicarán mucho la vida.

Con esfuerzo, es posible rescatar a García Calvo, Eugenio Trías, Fernando Savater, Salvador Pániker, Álvarez Junco e, incluso, a Gustavo Bueno, al que ahora le ha dado por pensar cosas rarísimas. ¿ Punset?. Casi que no. Nos queda Ferlosio que, por cierto, ha sido el último en mantener una polémica de altura, aunque fuera a propósito del inicio del nuevo siglo y del año 0. Y poco más. Ninguno de ellos renunciaría al Nóbel, como Sastre, por una cuestión de principios, pero es seguro que tampoco harán chorradas con la cejas o gorgoritos exaltando la alegría de vivir si se lo pide el PSOE. Vaya lo uno por lo otro.

No se trata de clamar contra el compromiso. Escribía el propio Savater a propósito de los intelectuales que “el enemigo principal de un espíritu libre y crítico es creer que existe un único enemigo principal, con rasgos distintivos nacionales y doctrinales”. Nada que objetar, salvo que hoy el problema es otro: faltan espíritus libres y críticos, sea cual sea su opción de partido. Urge una plataforma en defensa de la inteligencia y, tal vez, una depilación a la cera.

Opinión de Juan Carlos Escudier en El Confidencial

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