David Ballota / Nación Red .- Lo contaba ayer el salmón dominical del diario El País y no es fácil saber si en la referencia a una informada Neelie Kroes hay cierta ironía. En lo formal, más bien parece que en aras de la transparencia se lo deberían contar a Joaquín Almunia, comisario de la Competencia.
Lo que está claro es que la jurisprudencia europea sobre la violación de las normas de la competencia y un mínimo sentido de la estética debería bastar para eludir el secretismo en las reuniones del 5-G aunque los tribunales no incluyan el día de mañana la reunión veneciana en una setencia-tipo de esas que parecen siempre la misma: Se reunieron e intercambiaron información con el objeto de alcanzar un acuerdo que afectaba a la competencia. Hay evidencias de que llegaron a presionar y boicotear a quienes se mostraron dispuestos a sustraerse a la disciplina del cártel. Se habrían intercambiado informaciones confidenciales sobre sus abonados y el número de clientes conseguidos y dados de baja.
El 5-G arrastra la culpa de su indudable ligazón al poder político, alejado de un sano planteamiento de mercado. Más de la mitad son empresas semiprivatizas. Telecom Italia, Deustche Telekom y France Télecom (Orange) siguen estando participadas por el Estado y presididas por el dedazo palaciego o gubernamental, según el turno electoral.
La reunión veneciana desvelada por El País, que tuvo como objetivo pactar una estrategia de lobby para imponer la tasa Google, no pinta bien para el futuro de internet. Como decía Adam Smith no hay reunión de empresarios del mismo gremio que no termine con una conspiración contra el público. Si la noticia de la reunión viene con la calificación de secreta en el titular y los reunidos son los gigantes que son, no es desproporcionado, como mínimo, alertar al personal.
Aunque al garante político de la Competencia en Bruselas, Joaquín Almunia, se le supone informado por su colega Neelie Kroes, confidente de los cinco venecianos, o por el excelente suplemento de Negocios del diario El País.
En Nación Red | En Google se hacen los suecos con el peaje que les quieren hacer pagar las telefónicas
Lo que está claro es que la jurisprudencia europea sobre la violación de las normas de la competencia y un mínimo sentido de la estética debería bastar para eludir el secretismo en las reuniones del 5-G aunque los tribunales no incluyan el día de mañana la reunión veneciana en una setencia-tipo de esas que parecen siempre la misma: Se reunieron e intercambiaron información con el objeto de alcanzar un acuerdo que afectaba a la competencia. Hay evidencias de que llegaron a presionar y boicotear a quienes se mostraron dispuestos a sustraerse a la disciplina del cártel. Se habrían intercambiado informaciones confidenciales sobre sus abonados y el número de clientes conseguidos y dados de baja.
El 5-G arrastra la culpa de su indudable ligazón al poder político, alejado de un sano planteamiento de mercado. Más de la mitad son empresas semiprivatizas. Telecom Italia, Deustche Telekom y France Télecom (Orange) siguen estando participadas por el Estado y presididas por el dedazo palaciego o gubernamental, según el turno electoral.
La reunión veneciana desvelada por El País, que tuvo como objetivo pactar una estrategia de lobby para imponer la tasa Google, no pinta bien para el futuro de internet. Como decía Adam Smith no hay reunión de empresarios del mismo gremio que no termine con una conspiración contra el público. Si la noticia de la reunión viene con la calificación de secreta en el titular y los reunidos son los gigantes que son, no es desproporcionado, como mínimo, alertar al personal.
Aunque al garante político de la Competencia en Bruselas, Joaquín Almunia, se le supone informado por su colega Neelie Kroes, confidente de los cinco venecianos, o por el excelente suplemento de Negocios del diario El País.
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