Jornada 25 Aniversario Asociacion de Internautas


opinión De javier cuchí en el incordio

SGAE: Una nueva etapa… o no


Hoy puede ser un día importante, quizá por la razón menos aparente: hoy, 26 de abril, veinte mil socios de la $GAE elegirán a su Junta directiva. Veinte mil socios, que son muchos más que los ocho mil con derecho a voto en el sistema anterior (eso se decía últimamente, ocho mil, aunque yo no recuerdo que fueran tantos), pero muchos menos que los socios de la entidad, que deben andar, cinco mil arriba o abajo, por los cien mil; y permanece vigente el sistema de voto censitario. Con todo, el paso adelante, corto pero cierto, es indiscutible.




Digo que hoy puede ser un día importante, quizá incluso importantísimo, porque puede (repito: puede) abrirse una etapa que trascienda de la propia $GAE. Porque no vamos a ser tan fariseos como para pretender, ni como internautas ni como ciudadanos, que lo que pase hoy en la $GAE ni nos va ni nos viene. Ya lo creo que nos concierne. Y mucho.


La $GAE sufrió en julio de 2011 un derrumbamiento. No cabe otra palabra: el tinglado que había articulado Teddy Bautista se vino abajo gracias a la intervención judicial que que resultó de la denuncia realizada por la letrada Ofelia Tejerina -Defensor del Internauta - y presentada en 2007 y 2009 por la Asociación de Internautas, la Asociación de Usuarios de Internet, APEMIT y VACHE, en la que se detectaron diversas irregularidades cuyo alcance aún no ha acabado de ser establecido puesto que las diligencias aún continúan. Pero ya antes de dicha intervención, la $GAE pasaba un momento delicadísimo debido fundamentalmente a tres factores: en primer lugar, una pérdida de prestigio prácticamente total, reconocida y lamentada por la propia entidad, ya de largo tiempo atrás; en segundo lugar, la aventura inmobiliaria que provocó una especial afectación del reventón de la burbuja general: Bautista había comprado caro y el valor de sus compras se depreció, en muy poco tiempo, un mínimo (en un cálculo muy conservador) del 20 por 100, con el agravante de que la mayor parte de esa inversión era a crédito, crédito vigente, doloroso y dificilísimo; en tercer lugar, la derrota del canon ante los tribunales, primero ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y después en la jurisdicción ordinaria española, si bien esta derrota aún no se ha materializado: el canon se sigue percibiendo exactamente igual que antes mientras el actual Gobierno mira para otro lado.

La nueva junta directiva deberá reedificar la $GAE a partir de estos escombros. No es tarea fácil, porque, además, los tiempos no acompañan. Estamos sufriendo una crisis que, obviamente, afectará a los ingresos de la entidad: es el momento de recordar que una importantísima proporción de actuaciones son -eran- de promoción pública y eso se va a caer -se ha caído ya- a mínimos realmente paupérrimos; también se ha caído la promoción privada, excesivamente sujeta en este país a subvenciones públicas, las cuales, obviamente, también se han venido abajo. Y si los internautas seguimos presionando (y presionaremos), tarde o temprano habrá que afrontar el tema del canon en el cual podrán pasar muchas cosas, pero la que es impepinable es que la $GAE (y demás colegas) no saldrán mejor paradas de lo que estaban: su oración racional -y aún precaria- es aquello del virgencita, que me quede como estoy. Todo ello en un ambiente de deuda reclamada, renegociada -a intereses costosísimos, y eso si se consigue- y, en fin, de dificultades por todas partes


Hay que decir que, más allá de Teddy Bautista y sus secuaces -y sin que lo que voy a decir constituya la menor atenuante moral, que jurídica, desde luego, no lo es-, la culpa es de todos los socios de la entidad. Ahora hay muchas vestiduras rasgadas, mucho «los socios somos los perjudicados» y mucho «quién nos lo iba a decir», pero lo cierto es que lo que estaba sucediendo en la $GAE, quizá no en lo fraudulento, pero sí en una administración más que dudosa, era público y notorio: las denuncias antes citadas no fueron a humo de pajas. El público conocimiento de que en la $GAE las cosas no iban como debían procedió de dos vectores que no fueron escuchados más que por las entidades denunciantes: por una parte, un artículo de Ana Tudela en «Público» en el que desvelaba el entramado societario de la $GAE; y, por otra, las denuncias que, desde 2006 lleva expresando del autor Luis Cobo Manglis en relación a las irregularidades en la gestión de la entidad, denuncias por las cuales sufrió diversas represalias.


Precisamente represalias como las que sufrió Manglis son las que temieron muchos autores que vieron, oyeron, supieron y callaron. Es verdad que el heroismo no es obligatorio, pero también he dicho aquí muchas veces que el miedo no paga, que el miedo no evita el advenimiento del mal que se teme. Por tanto, y aunque probablemente injustos, los daños que han sufrido los autores son bien merecidos. El silencio siempre es cómplice, siempre, siempre.

De lo que resulte hoy, puede nacer una nueva oportunidad (o no: después hablaremos de ello). Hoy puede tomar las riendas de la $GAE un colectivo consciente de que la complicidad hay que buscarla en el público, en los ciudadanos, y no en tugurios gubernamentales o empresariales dudosos. A partir de mañana, la $GAE podría empezar a concebir de una vez puñetera que la industria, es decir, la trama empresarial que la compone, puede ser un instrumento más o menos válido (más bien menos, según avanzan los tiempos y la tecnología) pero también un enemigo, incluso el enemigo; pero que, en todo caso, a quien necesita perentoriamente es al público, un público, una ciudadanía, que a las buenas es capaz de entregarse y darlo todo por sus ídolos artísticos, como tantas veces ha demostrado, pero que también es perfectamente capaz de darles la espalda, incluso de patearles, si se la cabrea, se la desprecia, se la maltrata, se la insulta…


La nueva junta de la $GAE puede, a partir de mañana, iniciar el camino de la gran reconciliación entre los ciudadanos y sus artistas, una reconciliación que, en las debidas condiciones, siempre he defendido, siempre he considerado necesaria y, añado ahora, es urgente. Lo he dicho también muchas veces: los pueblos necesitan a los poetas, el motor de los movimientos sociales es la justicia y la razón, pero su envoltorio (muchísimas veces determinante de la adhesión) es la poesía. Con la que nos está cayendo, con las pruebas que nos esperan a todos los ciudadanos, con las movilizaciones que tenemos sí o sí que poner en marcha si no queremos sucumbir, no podemos dejar fuera a nuestros artistas, no podemos prescindir de ellos. Los que venzan en las elecciones de hoy van a asumir, entre otras, esa importante y grave responsabilidad: dar pasos firmes y claros hacia esa reconciliación.

Y eso me lleva a mi candidatura predilecta: ninguna. No es un problema de neutralidad, como vamos a ver dentro de muy pocas líneas, es que, realmente, son los autores los que han de decidir quién dirige su entidad, quién ha de afrontar todos estos desafíos; y si los afronta con recto criterio, en orden a lo antes expresado, para el resto de los ciudadanos cualquier Junta será buena.

Sin embargo, no puedo dejar de decir que sí hay una o dos candidaturas cuya victoria terminaría con toda esperanza y que me atrevo a decir que perpetuaría la guerra entre ciudadanos y autores; y son, evidentemente, las candidaturas continuistas, como la de Caco Senante, con Teodomiro Cardalda a cuestas, factótums ambos de ACAM-ROAIM, es decir, la ultraderecha de la $GAE de Teddy, y algunas otras encabezadas o compuestas por autores cuyo posicionamiento tradicional y reiterado ha estado siempre en la línea de dar caña al ciudadano. No diré nombres, toda vez que parece que tienen pocas posibilidades, pero ojo con lo que pueda venir de Catalunya.

Sólo queda, pues, esperar y confiar. Hoy, sin duda, será un día importante para todos, para los de dentro y para los de fuera. Cuando sepamos los resultados, sabremos si hay que celebrar o lamentar. Pero sólo en principio. Los nombres y las promesas electorales, dicen y no dicen. Habrá que estar a los hechos y, ciertamente, éstos no deberían tardar mucho en ser visibles. El retraso en los cambios sería, en realidad, una muy mala señal.

Y las buenas señales son urgentes.


Opinión de Javier Cuchí en El Incordio


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