La imagen deformada de internet proviene del tremendismo de los medios de comunicación, aterrados por su supervivencia como medios unidireccionales controlados por el dinero y el poder, a pesar del periodismo profesional. De la fobia de intelectuales que perdieron el monopolio de la palabra. Del miedo de los gobiernos a una ciudadanía informada, capaz de autocomunicarse y autoorganizarse. Del temor de burocracias que basan su autoridad en el control de la información. Y de nuestro espanto a saber quiénes somos tras las celosías de la hipocresía social. Temer a internet es temer la libertad.
Imprescindible este artículo, Internetfobia, de Manuel Castells, publicado originalmente en La Vanguardia y al que he podido acceder gracias a Caffe Reggio. Un texto que deberían tener de cabecera no ya los internautas comprometidos con el medio, sino la ciudadanía preocupada por el progreso y las libertades, profesores de todos los niveles educativos y, sobre todo, políticos y asesores de comunicación en instituciones públicas y privadas.
En un momento en el que el poder ha puesto, ya definitivamente, sus miras y toda su capacidad de control para cortocircuitar la libre interconexión de contenidos e ideas en la Red -España no es una excepción, a pesar de las promesas-, Castells presenta un argumentario de primer orden para desmontar, una por una, algunas de las falacias que se esgrimen como excusa para la intervención: Internet aísla, mata la cultura, es un nido de rumores y la causa de todos los males de esta sociedad: terrorismo, pedofilia, violencia, pornografía
Recomiendo la lectura completa de artículo porque, como digo, cada palabra es importante y relevante para el debate y para la cada vez más necesaria defensa de los derechos y libertades ciudadanos en la Red, incluyendo ese pertinente tirón de orejas a los medios de comunicación e intelectuales que difunden, unas veces por simple ignorancia y las más por interés, todo tipo de disparates sobre los muchos males que provoca la interconexión digital o recreándose especialmente en el plano circense del cibersuceso o ciberfamoseo, y a los gobiernos y administraciones que hacen suyos este discurso para acabar aprobando leyes que atentan no solo contra los derechos y libertades democráticos, sino también contra el propio progreso y la dinamización económica.
Me costó mucho seleccionar un fragmento para aportarlo como cita en este post, porque todo en el texto me parece relevante, pero me decidí por las líneas finales porque en ellas se expone perfectamente el estado general del debate. Pero no me resisto a concluir con una sentencia más, que sitúa Internet en el espacio que realmente ocupa ya en nuestra sociedad:
Internet es como la electricidad: infraestructura de nuestras vidas.