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El viejo privilegio de escribir poca cosa


Arcadi Espada en El Mundo tiene un problema con los textos largos. En un extraño artículo de opinión el buen hombre se queja de las “caudalosas eyaculaciones” (sus palabras, no las mías; que conste que es un tipo con clase) que son los largos artículos de Jotdown y otras publicaciones de internet. Para Espada escribir textos de más de mil palabras en la red es cosa de expertos, amateurs y profesionales con demasiado tiempo libre, empleo poco exigente y nula capacidad de autocontrol. Lo que España y el mundo necesita no son montones de letras, sino crónicas cortitas de profesionales del periodismo que saben decir montones de verdades como puños en 300 palabras o menos. Frases cortas y drama. Escritas a máquina con un cigarrillo en la boca y tono lúgubre.




Roger Senserrich - Politikon - La verdad el artículo no me hubiera importado demasiado (otro dinosaurio del papel impreso quejándose de que los niños de hoy en día tienen demasiado espacio para escribir) si no hubiera sido por la no poco sutil puñalada (sin enlace, obviamente Arcadi no se mezcla con la chusma de internet) lanzada contra algo que escribí el sábado. Como amateur no demasiado experto y en absoluto profesional celebro que el artículo (dos partes, tres mil palabras y unas buenas cuatro horas de trabajo) le pareciera cómico. Lo que me ofende profundamente, sin embargo, es que una gacetilla morcillesca escrita por un tipo en pijama desde otro continente tuviera bastante más información técnica que la muy profesional, sintética y concisa basura periodística que publicó el periódico donde habita Espada estos últimos días sobre ese mismo tema.

Si hay algo en lo que hemos insistido en Politikon en los últimos dos años (y un servidor, en una bitácora u otra, desde hace nueve) es que la realidad es compleja. El mundo no es una serie de sucesos concretos, simples, claros y fáciles de describir; es un lugar confuso, lleno de sistemas, instituciones, fenómenos y problemas complicados y en ocasiones horriblemente técnicos, y explicar qué demonios pasa a veces es cualquier cosa menos sencillo. Me encantaría poder explicar cómo funciona una línea de ferrocarril de alta velocidad en dos párrafos, y describir la idea de minimizar riesgos y sistemas seguros en dos líneas, pero estaría haciendo caricatura, no exposición razonable. Esto mismo se aplica a cualquier descripción sobre el funcionamiento del mercado financiero, la crisis económica, la política exterior rusa o la economía de los medios de comunicación en la era de internet, todo ello fuera del alcance de la simplificación.

La realidad es que fenómenos complejos requieren explicaciones complejas, cierto uso de jerga y una buena dosis de paciencia y reflexión, no solo capacidad de síntesis. Si queremos entender algunos problemas, y no solamente describir hechos inconexos y observaciones sin contexto, me temo que no podemos permitirnos el lujo de la brevedad, y desde luego no podemos aspirar a escribir columnas con conclusiones categóricas. Los artículos de opinión breves, concisos, llenos de artificio retórico, juegos de palabras y jiu-jitsu culteranista y sobrios retuécanos culteranos bien pueden tener su público, pero alguien que aspire a estar informado y leer análisis serio seguramente debe buscarlo en otro sitio.

Dejando de lado el irracional desprecio por leer libros largos, lo más preocupante en la actitud de Espada es su implícito analfabetismo militante. El hombre se queja amargamente sobre el poco trabajo y mucho tiempo libre que académicos, expertos y profesores universitarios tienen para escribir largas peroratas sobre temas que conocen en profundidad para el gran público, osando entrometerse en este glorioso debate público que el periodismo nos brinda gracias a los afortunadamente claustrofóbicos confines de la letra impresa. Grave intrusismo profesional el de estos expertos que creen poder hablar extensamente sobre temas que conocen bien. Obviamente estamos mucho mejor teniendo plumas extraordinariamente preparadas en decir breves tonterías sobre temas que desconocen.

Al contrario: si ha habido algo esperanzador en el debate público en España estos últimos años es la aparición de páginas como Nada es Gratis o Piedras de Papel donde expertos en asuntos públicos hablan sobre problemas actuales basando sus afirmaciones en evidencia empírica y en estudio académico. Lejos de anclarse en la vieja costumbre periodística de leer estadísticas en voz alta, transcribir declaraciones del ministro, sindicalista, patronal y líder de la oposición y a continuación discutir sobre lo ingenioso de las declaraciones del presidente y lo mal que va en las encuestas, tenemos un grupo de intelectuales que se dedican a explicar el por qué y cómo de esas cifras. Las explicaciones son obviamente complejas, largas y ambiguas, para consternación periodistas con pocas ganas de aprender cosas nuevas o leer números, pero son infinitamente más relevantes que las simplezas que tanto aprecia Espada.

Lo más enternecedor del todo el artículo, sin embargo, es la amarga queja del columnista a que algunos escribamos y/o publiquemos gratis. Dejando de lado que Politkon no es gratuito (botón de donativos, arriba, centro), internet es así, libre y abierta. Generar información sigue siendo caro, pero reproducirla tiene coste cero; para expertos, amateurs y profesionales que disponen de conocimiento especializado ya de antemano, el trabajo ya esta hecho, y difundir ese saber tiene un coste básicamente trivial. Espada viene de un mundo donde distribuir información era caro, y el proceso de compilarla y publicarla era comparativamente valioso. Ese mundo ya no existe; el papel de los periodistas como guardianes de la puerta del debate informado es cosa del pasado. El contenido importa más que el continente, y el periodismo que defiende Espada sigue fijándose más en lo segundo que en lo primero.

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