¿Ésta es la liberalización de las Telecomunicaciones que quiere el Gobierno?
Ayer fue un mal dÃa: mi hija se hizo un esguince en la puerta de nuestro domicilio al tropezar con la acera levantada, junto a una arqueta de comunicaciones puesta en ese sitio por la desaparecida Madritel, hoy Auna. Cuatro horas de espera en Urgencias del Ramón y Cajal y dos horas y media en la comisarÃa de mi distrito para poner la correspondiente denuncia. Mi hija con muletas un par de semanas y cerca de diez horas perdidas en traslados y gestiones completaron el dÃa negro.
Aún no he tenido tiempo para reflexionar sobre quién es el responsable del accidente: si la enésima empresa de telecomunicaciones que ha “sarajevizado” mi calle en estos dos últimos años –y, por cierto, todavÃa son incapaces de ofrecerme servicio de cable-, o el Ayuntamiento, por no controlar eficientemente el estado de las obras que ha permitido " n" veces en este periodo de tiempo.
Mientras tanto, leo con cierto estupor que Telefónica va a echar a la calle a 15.000 empleados de telefonÃa fija, uno de cada tres. Recientemente, Auna también protagonizó una regulación de empleo que afectó a un millar de trabajadores, lo que va a incidir sin duda negativamente en la meritoria posición de España, que hasta ahora, ocupaba el segundo puesto de lÃneas telefónicas por empleado, sobre un total de 82 paÃses (datos del Foro Económico Mundial).
Para el ministro Piqué, estos procesos son usuales. Quitando leña al fuego, afirma que “responden a lo que es la propia evolución de las tecnologÃas, que genera menos necesidad de mano de obra en las actividades tradicionales, pero que también genera una gran demanda de mano de obra en nuevas aplicaciones y servicios”. Se equivoca de nuevo el ministro pues, desde que se han liberalizado las telecomunicaciones en España, de cada tres despidos tan solo se han recuperado dos.
El modelo liberalizador está fundamentado sobre bases poco sólidas, de corto plazo y objetivos restrictivos: promover la presencia del mayor número de operadores. La salvaguarda del interés general no se encuentra entre los objetivos perseguidos. Más bien al contrario, resulta lesionado por las propias decisiones del Regulador y de la Administración.
En este contexto los grandes perjudicados del modelo son la inversión, los puestos de trabajo, la financiación del servicio universal, los derechos de los usuarios, la calidad, la innovación y el desarrollo de la Sociedad de la Información. Y, desde ayer, el tobillo de mi hija.
Tribuna de VÃctor Domingo en El Confidencial Digital
Mientras tanto, leo con cierto estupor que Telefónica va a echar a la calle a 15.000 empleados de telefonÃa fija, uno de cada tres. Recientemente, Auna también protagonizó una regulación de empleo que afectó a un millar de trabajadores, lo que va a incidir sin duda negativamente en la meritoria posición de España, que hasta ahora, ocupaba el segundo puesto de lÃneas telefónicas por empleado, sobre un total de 82 paÃses (datos del Foro Económico Mundial).
Para el ministro Piqué, estos procesos son usuales. Quitando leña al fuego, afirma que “responden a lo que es la propia evolución de las tecnologÃas, que genera menos necesidad de mano de obra en las actividades tradicionales, pero que también genera una gran demanda de mano de obra en nuevas aplicaciones y servicios”. Se equivoca de nuevo el ministro pues, desde que se han liberalizado las telecomunicaciones en España, de cada tres despidos tan solo se han recuperado dos.
El modelo liberalizador está fundamentado sobre bases poco sólidas, de corto plazo y objetivos restrictivos: promover la presencia del mayor número de operadores. La salvaguarda del interés general no se encuentra entre los objetivos perseguidos. Más bien al contrario, resulta lesionado por las propias decisiones del Regulador y de la Administración.
En este contexto los grandes perjudicados del modelo son la inversión, los puestos de trabajo, la financiación del servicio universal, los derechos de los usuarios, la calidad, la innovación y el desarrollo de la Sociedad de la Información. Y, desde ayer, el tobillo de mi hija.
Tribuna de VÃctor Domingo en El Confidencial Digital