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Al rico pleito

Al rico pleito


Un juzgado mercantil ha elevado una consulta al Tribunal de Justicia de la Unión Europea para que informe sobre la procedencia o no, a la luz de la legalidad común, de la pretensión de Promusicae (la patronal discográfica) de que Telefónica informe de la identidad de los usuarios que descargan archivos sometidos a propiedad intelectual mediante redes P2P.

En principio, parecería que la pretensión de Promusicae no tiene demasiado futuro: la Comisión, en el informe preceptivo previo a la vista del caso por el Tribunal, ha informado negativamente, diciendo que no procede exigir esta información para procedimientos civiles, en coincidencia con la argumentación de Telefónica, que la deniega basándose en que está obligada a no darla salvo en procedimientos penales y en los casos en que la Ley lo prevea para la defensa y la seguridad nacional. Todo ello en perfecta sintonía con la normativa y la tradición legal española y, según la Comisión, también con la europea.

El asunto de poder fisgar en las comunicaciones para ametrallar civilmente a los usuarios de redes P2P es un viejo sueño de Promusicae y otros adláteres, como la inevitable $GAE, y hace cosa de cuatro años lo intentó materializar, al menos de boquilla, aquel Xavier Ribas de hilarante memoria, abogado en aquellos momentos de PriceWaterhouseCoopers; no sé ahora. También Ribas lleva una vida quemada en el holocausto de los intentos fallidos de cascar a la ciudadanía a beneficio del apropiacionismo.

Todo ello porque la legalidad o ilegalidad de las descargas de archivos multimedia mediante redes P2P es una cuestión meramente académica, puramente escolástica, en tanto que, aún admitiendo -que ya es admitir- que las descargas fueran ilegales y no una proyección actual del derecho de copia privada, es imposible perseguir al infractor por cuanto la gravedad de los derechos civiles vulnerados en la obtención de la prueba es tal que la normativa española actual -como la mayoría de las europeas- sólo la permite para los procedimientos penales y, obviamente, bajo estricto control judicial. Control judicial, por cierto, que el apropiacionismo anda desesperado por suprimir, como pudimos ver en la famosa batalla del 17 bis de la LISI, ganada por la ciudadanía pero, según me temo, sólo provisionalmente. Soy así de cenizo: preveo que con esto vamos a estar como con las patentes de software: en guerra constante y en permanente y tensa vigilancia ante el temor de que nos la cuelen por cualquier parte, en cualquier ley de acompañamiento de los Presupuestos generales del Estado, por ejemplo (que no es la primera vez que se utiliza para las cuestiones más rocambolescas, desde la óptica presupuestaria), con la única ventaja, en nuestro caso (que no en el de las patentes), de que siempre nos queda el Tribunal Constitucional, aunque según anda el Poder judicial, no sé yo si si es una esperanza muy importante, pero en fin…

Ante esto, tengo un sentimiento contradictorio. Si, como cabe esperar, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea informa negativamente para las pretensiones de Promusicae, me partiré de risa viendo a Guisasola brincar de indignación, perdida ya a divinis toda esperanza de agarrar por el cuello al P2P, y salvado el derecho de copia privada en red, aunque sea por vía de hecho. Pero… ¿y si el Tribunal europeo accediera a la petición de Promusicae?

Si el Tribunal de Justicia de la UE informara favorablemente al hecho de que se obligue a Telefónica a chivarse de los usuarios que descargan archivos apropiativos, la cuestión no quedaría automáticamente zanjada, al contrario. Promusicae habría de emprender los correspondientes pleitos civiles contra los «beneficiarios» de su ira, lo que obligaría, por fin, a los jueces españoles a definirse sobre la legalidad o ilegalidad de las descargas en red. La verdad es que soy pesimista al respecto, porque el generalizado desconocimiento judicial sobre la red, salvadas las honrosísimas excepciones que hemos podido degustar últimamente, pero sobradamente contrapesadas por la «formación» que -alucinantemente- imparte la $GAE y demás pandilla a jueces y fiscales, que lleva a los togados a extrapolar a la vida presencial lo que es inextrapolable, acabaría ilegalizando la descarga de contenidos apropiativos en redes de pares.

Esto tendría un par de efectos no del todo negativos. El primero, que yo podría entonar -entonces a plena potencia- el «llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre» que tantas veces he mencionado: pasaste de considerar las descargas como un derecho y, por tanto, de defenderlas como a tal, limitándote a decir «puedo hacerlo y lo hago» sin más consideraciones al respecto y ahora, sencillamente, no vas a poder hacerlo, cuando menos sin correr un riesgo importante. Jódete, imbécil. El segundo, mucho más divertido, consistente entonces en que, con una sentencia firme del Tribunal Supremo que declarara ilegales las descargas sin ánimo de lucro, podríamos, inmediatamente ir a cepillarnos el canon de los CD y DVD, porque entonces sí que no se sostendría de ninguna manera lo del uso masivo de los CD y DVD para copiar contenidos sujetos a propiedad intelectual. Pretender que andamos copiando en masa a la antigua usanza, como en los tiempos de las cassettes sería absurdo fuera de un manicomio.

Por otra parte, supongo que Promusicae sabe que eso de los pleitos no suele terminar con las descargas P2P. En Estados Unidos, donde el régimen de propiedad intelectual es mucho más férreo que en Europa y donde los jueces son más proclives a establecer unas indemnizaciones de caballo y donde, además, un pleito puede fácilmente arruinar a una familia ya antes de la sentencia (aquí la puede enloquecer de ansiedad, pero tanto como arruinar, hoy por hoy, no), las descargas van en aumento a cada año que pasa y parece que, por más abundantes y más rocambolescos que sean los casos que se publicitan, el pueblo soberano sigue descargando con raro entusiasmo. Todo esto, y me remito, sin ir más lejos, a las tesis reiteradamente enunciadas por Enrique Dans en su bitácora, no es más que un intento de salvar al «Titanic» rodeando su casco con tapones de corcho rescatados de las botellas de vino. Su negocio está liquidado y esto es más seguro que carracuca, aunque quizá no tan inmediato como nos gustaría. Pero está claro que la venta directa de contenidos productor-usuario está en fase terminal. No sé si no lo ven o no lo quieren ver, pero da igual: la muerte les va a llegar lo mismo. Otra cosa es el daño que puedan causar en sus últimos estertores, que no es en absoluto despreciable y que yo, personalmente, no he menospreciado nunca.

En todo caso, sus acciones represivas quizá consigan llevarles al descabello, al boicot final y generalizado por parte de la ciudadanía que tantos estamos propugnando, sin resultado, desde hace tanto tiempo. Si corre la sangre y sele ven las orejas al lobo, Promusicae y el resto de la banda podrían conseguir con inusitada facilidad y rapidez lo que desde el activismo del conocimiento libre llevamos años intentando.

Opinión de Javier Cuchí en El Incordio

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