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No es una tasa, es un impuesto

No es una tasa, es un impuesto


La verdad es que este año los Reyes le van a dejar un buen regalo a algunos. Ya sabe que cuando usted compre un teléfono móvil, un ordenador, o un lector MP3 pagando con dinero suyo de su propiedad, por el que ya ha cotizado sus correspondientes tributos, tendrá que pagar también el IVA, lo cual es algo a lo que estábamos acostumbrados, y ahora además el nuevo impuesto de la Sociedad General de Autores de España, el impuesto SGAE.

Lo quieren llamar tasa y tal vez fue una cosa así cuando solamente afectaba a una gama de productos limitada y especializada, como la máquina fotocopiadora, pero ahora ya se ha convertido en algo masivo, porque los productos a los que afecta son de uso universal. El teléfono móvil, por ejemplo, (se les ha olvidado el fijo, por el que discurre la línea ADSL, a través de la que pueden llegar eventualmente descargas ilegales) es ya de un uso tan generalizado que ya no se puede llamar tasa. Eso sólo puede considerarse como un impuesto con todas las letras. Creo que lo que ha propuesto el Partido Popular de retirar este impuesto es lo correcto y si no, deberían hacerlo los tribunales, porque el Estado no puede establecer un impuesto del que se benefician entidades privadas. A mi me suena que eso es poco consistente desde el punto de vista legal.

Ya sé que se ha escrito mucho y mucho mejor que en esta columneja sobre el particular, pero no quisiera dejar de contar una pequeña anécdota familiar: desde tiempos inmemoriales y hasta mi abuelo materno, don Francisco Gabás Mora, mi familia se había dedicado a la cría de animales de trabajo, caballos y mulas. Un buen día llegó el tractor a los campos de Huesca, y mi abuelo perdió su negocio. ¿Debería haber reclamado una tasa de compensación a los compradores de tractores o debería haberse dedicado él mismo a la nueva tecnología? Pues que se apliquen el cuento. Hay artistas de talento que han mandado al cuerno a las disqueras, gestionan sus creaciones a través de le red y se prodigan en conciertos en directo. Otros, más ingeniosos, dan su nombre a una colonia y la venden a buen precio. Y no veo que les vaya tan mal.



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