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Las discográficas recurren a la guerra sucia en su lucha contra la música ilegal


La batalla legal ya no es suficiente. A pesar del éxito en los tribunales (cierre de Napster y Audiogalaxy), el número de personas que intercambian música ilegal en Internet no deja de crecer. Nuevos programas, difíciles de perseguir, han llevado a las discográficas a empezar una «guerra sucia».




Campañas de concienciación ciudadana, amenazas, procesos judiciales, multas millonarias y, últimamente, incluso acciones que bordean descaradamente la legalidad... No parece haber límite al tipo de «armamento» que las industrias del disco y el cine están dispuestas a utilizar con tal de mantener a flote sus negocios, gravemente tocados por la proliferación de copias ilegales y el tráfico masivo de ficheros de audio y vídeo a través de Internet.

Algunas cifras pueden ayudar a comprender lo que se están jugando los titulares del lucrativo negocio del entretenimiento: sólo en 2001, un total de 1.900 millones de grabaciones piratas fueron vendidas en todo el mundo y ya son 25 los países en los que las ventas de copias ilegales superan a las de productos originales. Esto sin contar que el uso de programas de intercambio en Internet crece en progresión geométrica: sólo en Estados Unidos, cuarenta millones de personas reconocen abiertamente haber utilizado alguno de estos programas para obtener copias gratuitas de canciones o películas de moda.

Cien millones de personas

El reciente cierre de Napster, pionero en la Red de este tipo de aplicaciones, costó a la asociación de discográficas norteamericana (RIIA) varios años de procesos judiciales. Al final, sin embargo, no logró cumplir con su objetivo de frenar el intercambio de música ilegal en Internet, como tampoco lo ha hecho la inutilización de Audiogalaxy, el heredero de Napster en la Red de redes. Decenas de otros programas, basados en tecnología P2P, mucho más difíciles de perseguir legalmente, han tomado el testigo del libre intercambio y están consiguiendo que millones de personas en todo el mundo se sigan sumando al tráfico de ficheros ilegales, que no respetan las normativas vigentes sobre derechos de autor. Se ha calculado que la cifra total de usuarios de esta clase de «software» supera ya holgadamente los cien millones de personas.

Así las cosas, no resulta extraño que la industria multiplique ahora sus estrategias en la «guerra al P2P». La semana pasada, durante la ceremonia de entrega en Bruselas de los Premios Platino de Europa de la IFPI (Federación Internacional de la Industria Fonográfica), las discográficas pidieron a los consumidores que dejaran de descargar y grabar música gratis, ya que la piratería está «estrangulando a la industria». «La música gratis -dijo el presidente de la IFPI, Jay Berman- significa menos música nueva, menos artistas nuevos, menos opciones y miles de empleos menos».

Mucho más expeditiva es la estrategia de la RIIA que, incapaz por el momento de proceder legalmente contra los sitios de intercambio (Kazaa, Morpheus, Gnutella, etc.) arremete ahora contra las empresas que no impiden a sus empleados descargar música durante su horario de trabajo. «Queremos -ha dicho el presidente de la RIIA, Cary Sherman- que las empresas piensen sobre su obligación de respetar los derechos de propiedad intelectual de nuestros artistas». Dicho y hecho, en abril la RIIA demandó a la empresa tecnológica de Arizona Integrated Informatios Systems, alegando que sus trabajadores intercambiaban ficheros musicales a través de sus redes internas. Un millón de dólares tuvo que pagar la compañía a las discográficas en concepto de indemnización. El ejemplo ha hecho cundir la preocupación en un buen número de corporaciones norteamericanas, que se convierten así en «aliados involuntarios» de las discográficas y refuerzan la vigilancia sobre las actividades de sus empleados.

Muchas compañías de discos, por otra parte, ya han dado comienzo a sus guerras particulares contra las redes P2P. Utilizando una estrategia que ellas mismas denominan «engaño», han empezado a invadir la Red con canciones falsas, aparentemente iguales a las verdaderas pero que, al ser descargadas por un usuario, resultan estar en blanco, o incluyen mensajes contra la piratería o, sencillamente, consisten en el estribillo de la canción solicitada, repetido una y otra vez... La práctica, que se viene realizando desde hace algo más de un año, se había considerado hasta ahora como una simple «gamberrada de adolescentes», pero la «confesión» la semana pasada, de tres grandes compañías norteamericanas ha revelado que se trata de una estrategia bien organizada para frustrar las expectativas de quienes utilizan las redes de intercambio para conseguir música gratis.

Para cerrar el círculo, el congresista demócrata del estado de California Howard Berman se dispone a proponer una ley, que aún está en fase de redacción, que permita a las compañías de discos seguir lanzando, dentro de la legalidad, estos y otros ataques contra los programas P2P. Algunos de los puntos que propone Berman permitirían a las compañías discográficas sembrar la red de falsas peticiones y archivos musicales corruptos que dificultarían el acceso a las canciones originales. Entre las medidas más drásticas propuestas por el congresista está la de autorizar a las empresas propietarias de los derechos de autor a introducir virus en las redes P2P.

En los últimos meses, ya han aparecido virus que utilizan estos programas para propagarse por Internet. Uno de los más recientes, el «W32.Kwbot», utiliza el programa KaZaa para extenderse de forma masiva entre sus usuarios.

Reproducido de ABC

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