Jornada 25 Aniversario Asociacion de Internautas


Compulsivos recaudadores obsesos


      - ¡Pardiez, la copia privada es la maravilla del siglo XXI! -exclamó mientras se ajustaba un parche sobre lo que quedaba de su ojo derecho al tiempo que hacía destellar el brillo cegador de su dorada dentadura, observando como estaba a los cientos de siervos de la nueva gleba cargados de grilletes camino de trabajos forzados.





  - ¿La copia de qué? -le contestó agriamente el escribano- Vuecencia, querrá decir el canon -aseveró-. Y -prosiguió- lo que no saben estos pobres miserables es que también les vamos cobrar un canon por entalegarles y otro por meterles grilletes de por vida. Lo del derecho de pernada, por el asunto de la paridad, lo dejaremos para más adelante… -terminó, mientras le guiñaba un ojo al tullido, que estaba acariciando al canario que siempre portaba sobre su hombro izquierdo desde los lejanos tiempos en que cruzó el Cabo de Hornos.

"Salid y copiad como posesos". Mutatis mutandi, ésa fue una frase que pronunció un tal Cortell en el Campus Party de Valencia durante su polémica intervención, convenientemente matizada por sus reiterados anuncios de que no era abogado.

Y, sin embargo, el consejo sabio debió ser: salid y fotocopiad como posesos. Sí, fotocopiad. El canon compensatorio por copia privada también existe para los libros y obras impresas y grava -de momento- únicamente los aparatos que permiten realizar tal función: fotocopiadoras, escáners...

¿Por qué el soporte idóneo para esa copia privada como son las hojas en blanco o ese pringoso polvillo negro que todo lo ensucia no pechan con tal canon compensatorio pro-sostén de la cultura occidental se preguntaban muchos ciudadanos cuando se conoció que los soportes digitales vírgenes iban a pechar todos sin remisión alguna? La respuesta es sencilla: una entidad de gestión de derechos de autor (Cedro) consideró que si tal hacía, el canon sería doble: en la máquina y en el soporte; y la remuneración equitativa o compensatoria por la copia privada debe ser única, no doble, ni triple.

Seguro que ahora, visto lo visto y la liberal desidia gubernativa, estarán tirándose de los pelos viendo el contador que la Asociación de Internautas tiene en su página web que va calculando los dineros que únicamente el canon por copia privada en los soportes digitales vírgenes va reportando unidad a unidad.

Pero a mal tiempo, buena cara, dice el refrán. Así que los responsables de Cedro están preparando sus dientes para darse con un cantito en los mismos si consiguen imponer un nuevo multicanon: el del préstamo público de libros de las bibliotecas (¿únicamente las públicas o las privadas también?). Con el apoyo de la Ministra paritaria del ramo ya cuentan, incluso parece dispuesta a que lo paguemos todos (seamos lectores prestatarios o no) con cargo al erario público.

Al parecer, en toda economía de mercado (liberal, social, qué más da) existen sectores económicos privilegiados; no bastan las subvenciones para hacer películas que frenen la invasión yanqui (pero ojo, la recaudación, para el que se la curra), la compra de papel, los anuncios multimillonarios en la prensa a cargo del erario público, las ediciones de libros por encargo que nadie lee y que van destinadas a llenar estanterías y servir de regalo… Todo, no basta. Es insuficiente para la voracidad de algunos.

Este ejemplo del canon compensatorio por la copia privada, en realidad por nada en el caso de la inmensa mayoría de empresas, administraciones, instituciones y consumidores honestos, es fiel reflejo de los tiempos que vivimos. ¿No disfruta usted de una concesión administrativa con un mercado cautivo que explotar como si ordeñara vacas tras un limpio proceso liberalizador de servicios públicos rentables (ITV, telefonía, por ejemplo)? No se preocupe, acuda a un programa de televisión, ponga cara de persona enterada, arquee las cejas si advierte que le enfoca alguna cámara (no estaría de más que, en ese instante, se desprendiera de sus gafas de marca; ojo, si son falsificadas que no se note) y lance su soflama: "Usted falta a la verdad. Usted no tiene ni idea de lo que dice. Es Usted un impresentable." Esas frases, pronunciadas de forma histérica, le permitirán abrir incluso un telediario. Si por casualidad, goza usted de los favores de alguna lejana relación (serviría haberse cruzado en un ascensor de cualquier hotel o en un restaurante) con algún famoso o famosa previos a usted (en la fama, quiero decir), aproveche la ocasión. Dígalo, pero hágalo sabiamente, como dejando caer que hubo algo más. Por ejemplo. "Sí, llevaba unas gafas oscuras y el cuello subido ocultándose, pero era evidente que no había pasado bien la noche y parecía muy desmejorado/a". Métase con el acompañante, eso siempre le permitirá acudir a otro par de programas de televisión para debatir en directo con ese acompañante misterioso (si no lo encuentran, no se preocupe, facilíteles usted el contacto y la persona entre algún buen amigo o amiga que también quiera llegar lejos en la vida como usted).

¿Qué porqué le cuento todo esto? La verdad: por el no a la guerra, porque nunca mais debe seguir siendo nunca mais, por la maldad que hay en el mundo y por el canon. No importa que usted ya no sea autor. No importa que lleve años sin publicar nada. Sin componer nada. Sin un mal bolo, sin una mala edición. El canon le compensará por tanta desdicha y mala experiencia en su vida autoral, no olvide que, además, un porcentaje de lo recaudado por nada va destinado a obra social. También puede, si se anima, echar cuentas (visita recomendada al contador que le dije más arriba) y que se las aclaren los que se dedican a gestionar derechos (los suyos, los de ellos, qué más da).

Porque, querido amigo o amiga, para eso estamos el resto de los ciudadanos, empresas, administraciones e instituciones de todo tipo y pelaje, unidos por un umbilical nexo: unos piratas indeseables, delincuentes sociales, copiadores compulsivos de libros y soportes digitales vírgenes a toneladas. Todas y cada una de esas fotocopias y de esos soportes se los dedicamos: van por ustedes, señores autores. Pasen y vean: copia privada va, copia privada viene. Un canon en la fotocopiadora, otro en la grabadora, otro en el papel, otro en el disco duro, otro en la conexión a Internet, otro en la ram, otro en el cable, otro en la red eléctrica, otro en el libro por si lo lees, otro en cada soporte digital o analógico y muchas, pero que muchas medidas tecnológicas anti-copia eficaces para el común de los mortales …

De hecho, y es una primicia que le adelanto, me consta que en las plataformas sindicales de este otoño que se aproxima está previsto que en los convenios colectivos se contemple que un tercio de la jornada laboral se dedica a la copia privada (de algunos éxitos editoriales, musicales e incluso fonográficos; servirán cualesquiera, tampoco conviene detallar en exceso, no sea cosa que se terminen), a cargo del empresario, por supuesto, porque se computará como tiempo de trabajo efectivo. Es obvio; no tiene otra explicación la generalización de escáners, soportes digitales vírgenes y banda ancha que compran y se instalan en las empresas.

Ahora, eso sí, en las nóminas aparecerá desglosado el importe del canon compensatorio correspondiente a cada trabajador, no vaya a ser que luego venga la inspección de trabajo, de la SGAE o del sursum corda cultural, pidan los papeles y no los tengamos en regla y bien desglosado el canon compensatorio por tanta maldad como hay en el mundo y, sobre todo, en Internet. Sí, en Internet. Lo han dicho los Ministerios de Cultura y de Justicia y, sobre todo y fundamentalmente, lo dice la tele: "Oye, pero si ha salido en Internet, palabra."

Quede escrito que los sindicatos no se han decidido todavía a cobrar el canon por la negociación colectiva, pero estar regulado en la ley tal canon, lo está. Se lo aseguro. Al menos, los sindicatos han demostrado que prefieren que sean sus afiliados quienes paguen su trabajo, aunque luego sean millones los que se aprovechen de él. Debe ser cuestión de talante y de sensibilidad (¿se dice así ahora?).

Y aprovecho que me está leyendo para negar cualquier relación, siquiera a título de autor putativo, con el canon por ponerse enfermo y esa fea costumbre de acudir al médico, por tener autovías, calles, disponer de cárceles para cumplir hipotéticas condenas bien hacinados, deambular por las aceras, parques, jardines y polideportivos municipales (con y sin chándal), miccionar en bares y cafeterías, subir escaleras, bajarlas, tropezar con los bordillos, sufrir atropellos, acelerar con el semáforo en ámbar, pisar cacas (fundamentalmente, caninas), apretar botones, tener cobertura para el teléfono, respirar aires envenenados, liberalizaciones variadas y pronunciar la frase maldita: el último, que apague la luz.

Linus MacGüindous

NOTA DE LA ASOCIACIÓN.-

Nosotros vemos $$$$ donde pone SGAE, porque utilizamos IGNORER

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...Es como un cuento perverso en el que los poetas atracan a su pueblo, los cantantes llaman piratas o pendejos electrónicos a los ciudadanos honestos, los músicos cambian sus instrumentos por calculadoras y a los autores les inspira la letra de las leyes y de los reglamentos para aplicar tasas. Una verdadera pesadilla, para salir de la cual basta con abrir los ojos y no dejarse engañar.


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