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El ego vive en un iPhone


Steve Jobs es un genio del marketing. Otra vez ha conseguido con el iPhone lo que ya logró con el iPod: convertir un objeto tecnológico en una pasión para estar a la última. Miles de personas se agolpan en todo el mundo en las puertas de las tiendas de móviles para hacerse con lo más state of the art. Jobs, el Yves Saint Laurent de la tecnología, ha dado con la tecla clave del ciborg sentimental, desesperado por su última creación con un ataque de hiperconsumismo.




Telefónica estrena tienda en la Gran Vía madrileña entre un Zara y un H&M para vender el nuevo móvil de Apple. Y como en la apertura de las rebajas muchos esperan para abalanzarse corriendo por el único teléfono que ya es un icono pop. Ni Nokia, ni Motorola, ni Sony.

Apple, otra vez. Jobs da vuelta a la rueda del dharma de su fe budista y cuenta los beneficios para la compañía reinventada mil veces.

Para cuentas, las de los usuarios españoles que quieran comprarse un iPhone. Telefónica defrauda una vez más. La operadora se encabalga en el furor promocional de Apple con tarifas para ricos y logra publicidad gratis en todos los medios, acogotados de nuevo por la pasión de los hipermodernos e incapaces de distinguir entre la información y el marketing. Menos mal que ahora hay comentarios de los usuarios en muchos medios digitales para protestar por el atropello.

El iPhone no será la promesa de la internet móvil. Telefónica ofrece dos tarifas de internet móvil con un consumo de 200 megas o 1Gb por 15 o 25 euros al mes, a los que hay que sumar el consumo de voz y los impuestos, además del coste del teléfono. En total, o pagas alrededor de 60 euros mensuales de móvil o la oferta no es ninguna ganga. 10.000 de las antiguas pesetas, más que el triple play de ADSL, teléfono fijo y televisión que muchas operadoras, entre ellas Telefónica, ofrecen. Y olvídate de usar el iPhone como único servicio de conexión. Telefónica excluye de la tarifa plana las conexiones de PC, videoconsolas u otros cacharros a través del nuevo móvil.
Y los que ya sean clientes de Telefónica pagarán más, por supuesto. La fidelidad, como en los antiguos negocio, ya no se premia. Para las compañías el objetivo es captar más clientes y Telefónica espera aumentar su dominio del mercado con el iPhone, para eso lo trae.

El iPhone a esos precios no es una revolución móvil, pero sin duda lo es para el marketing digital y el consumo. Jobs es un maestro de aprovechar los inventos ya existentes para convertirlos en una nueva y diferente experiencia para el usuario. Ahí el iPhone, como ya sucedió con el iPod y el mp3, es imbatible.

El ciborg sentimental, ávido de cacharros para construir una realidad aumentada a un clic y enfebrecido con el poder de los nuevos ricos, no se resiste. Si tu juego de dedos no es diestro para aumentar y disminuir tu avatar sobre la pantalla del teléfono de Apple no eres nadie. Si no usas el GPS para dejar que todo el mundo sepa dónde estás cuando a casi nadie importa, vives fuera de onda (de red, habría que decir).
La hipermodernidad cabe en una pequeña pantalla. La primera que reúne ego, móvil, internet y servicios de movilidad en red en menos de 135 gramos.

Juan Varela en Soitu


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