De profesión :
irresponsables La
infraestructura de Internet será para la economía del siglo XXI lo que el petróleo
supuso para el siglo XX. Así se expresó la semana pasada en Madrid el presidente
de Intel, el septuagenario Craig Barrett. ¿Algún político se ha dado por aludido?
Verán ustedes: el caso español, europeo y latinoamericano clama al cielo. Los políticos
gobernantes siguen enredados en sus dimes y diretes, y todo parece inquietarles antes que
el desarrollo tecnológico. ¿Cabe mayor torpeza? Aún no parecen haberse percatado de que
Internet ha empezado a cambiar el modo de aprender, relacionarse, hacer negocio y emplear
el ocio. Y si lo han hecho, entonces su responsabilidad es mayor.
La historia juzgará con dureza su inutilidad y/o estulticia, aunque para entonces ya
habrán consumado la tropelía de haber dejado un panorama atrasado y arcaico. El
ciudadano, y sobre todo el internauta, se pregunta para qué les pagamos. ¿Para que se
encarguen de darnos sepultura? Siempre supimos de la tópica irresponsabilidad de los
políticos, pero el caso actual desborda los límites de lo tolerable. No se trata sólo
de aplicar el recurso fácil de la tarifa plana, que ni siquiera comprenden; se trata de
que, si no son capaces de doblegar a los ex monopolios y poner las bases para una
economía realmente competitiva, han de apartarse de la gestión pública.
La traición al ciudadano que sólo aspira a un futuro mejor, con más posibilidades, no
sólo la consuman, en el caso de España, los gobernantes del PP y CiU. En los
ayuntamientos locales hay tantos culpables como en los gobiernos. La enfermiza obsesión
por el voto y por la popularidad de los alcaldes lleva, por ejemplo, a frenar la
implantación de la tecnología del cable y la fibra óptica. Impiden levantar zanjas, por
temor a las críticas, de manera que la industria del cable es incapaz de desplegar sus
redes.
En Estados Unidos la calidad de vida y el progreso de las ciudades empieza a asociarse a
la calidad de las comunicaciones. Lo importante es el ancho de banda y la conexión a las
redes. Aquí importan las
encuestas de opinión y los titulares de los periódicos. Algunos internautas apuntan en
Eldebate.Net que no queda otra solución que organizarse y hacer ver a los irresponsables
de la cosa pública que están poniendo en peligro millones de votos. No entra en cabeza
humana cómo pueden despreciar de este modo el desarrollo de Internet y las nuevas
tecnologías.
Si tuvieran un ápice de inteligencia, apostarían decididamente por ello. Advertirían
cómo Internet otorga popularidad, cómo el candidato a presidente de la nación más
poderosa, Al Gore, no desaprovecha ocasión para autoerigirse en fundador de Internet,
cómo las elecciones en un futuro próximo serán a través de la Red. ¿A qué esperan?
Que muevan el país en esta dirección, aunque sólo sea por interés
electoral. Si no reaccionan, habremos de pensar en preparar nuestros propios órganos y
acciones de presión.
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