Beatriz Sarlo en Clarin.com .- Durante la campaña electoral en Estados Unidos, valió la pena visitar la página www.techpresident . com, cuyo tema es la escena digital. Obama movilizó todos los recursos de internet y sobre esto se ha escrito bastante. Entre los primeros videos colgados en YouTube, está el ultramediático montaje donde estrellas de la música pop entonan, cada una en su estilo, del rap al rock, del blues a la balada, Yes, we can; también entre los primeros videos, hay uno que muestra a Hillary Clinton atravesando puertas y grandes salas, más cerca de una amazona temible que de una política confiable.
Hace 48 años, compitieron por la presidencia John Kennedy y Richard Nixon. Marshall McLuhan, el original teórico de los medios, aseguró: "Sin televisión, Nixon hubiera ganado". Nixon no tenía ni la voz, ni la retórica, ni la imagen apropiada a la televisión que, según McLuhan, favorecía a las personalidades más cool, temperatura que hoy es propia de internet. Un nuevo McLuhan hubiera dicho que Hillary Clinton habría ganado las elecciones internas demócratas si no hubiera existido internet, que fomenta lo interactivo y no es hospitalaria con los discursos estructurados, entre otras razones porque sus usuarios leen poca prensa escrita y creen en sus sensaciones, incluso sobre cuestiones lejanas a sus saberes o experiencias. La televisión perjudicó a Nixon. Internet es una pecera ideal para Obama. Al candidato republicano John McCain, un señor bastante viejo, que a cualquier estadounidense le parece el prototipo del político remoto que vive en Washington, le tocó, por razones de edad, no ser afín a internet.
No es sorprendente, entonces, que haya sido Obama quien dio un giro al estilo de las campañas políticas, concentrando esfuerzos y armando un equipo técnico y cultural para ganar la batalla en la web. Por lo menos allí, la ha ganado de punta a punta, imponiéndose en las llamadas "redes sociales", por ejemplo. La página www.techtechpresident. com informa que, en la primera semana de octubre, Obama tenía 2.700.000 simpatizantes en Facebook y MySpace, mientras que McCain sólo arañaba un cuarto de esa cifra; informaba también que los videos de Obama colgados en YouTube habían sido vistos por 78 millones de personas y los de McCain por un poco menos de 21 millones. Desde hace años los que estudian la política han hablado del "espacio público electrónico", refiriéndolo fundamentalmente a la televisión.
Estas elecciones estadounidenses traen un update: la política ha jugado una de sus batallas más largas en el "espacio público digital", donde cientos de miles de ciudadanos se dedicaron a mandar correos electrónicos a otros cientos de miles de ciudadanos que, quizás, en ese momento también estuvieran dedicados a enviar por correo electrónico mensajes similares: pedidos de fondos y links a discursos, reportajes o imágenes del candidato predilecto. Un periodista sorprendido informa que su padre de 85 años envía todos los días cincuenta de estos correos, y concluye que el ancia- no señor nunca en su vida estuvo tan comunicado. Nuevos avances de la gerontología: la política mantiene activos a los que ya se jubilaron. Micah Sifry, columnista de www.techpresident.com, militante digital que no es un optimista a rajatabla, publicó allí una nota donde se pregunta si lo que se ha formado es una nueva comunidad en red o, simplemente, una masa de individuos hiperconectados que, como él mismo, asisten a reuniones de activistas digitales prestando tanta atención a la pantalla de sus laptops como a lo que dicen los otros que, a su vez, prestan tanta atención a sus respectivas laptops como a lo que están diciendo por sus celulares.
Sifry sugiere que debería hablarse de un nuevo síndrome: el déficit de atención digital (DAD). La pregunta inevitable es qué política se perfila en el horizonte digital. Pero antes de que, durante los próximos años, optimistas y pesimistas se consagren a responderla, no está de más considerar algunos datos un poco menos teóricos. En todos lados hay brecha digital. José Antonio Vargas, periodista de política y tecnología de The Washington Post, en un reportaje chat del mes de agosto, se mostró agradablemente sorprendido de que en el caso de la campaña de Obama las redes digitales y las territoriales estuvieran tan entretejidas. No tenía la misma impresión respecto de la campaña de McCain, y esto nos devolvería a los argumentos de afinidad con internet de uno y otro candidato. Todo parece obvio. No lo es tanto que la brecha digital no tenga orígenes tecnológicos ni de familiaridad con el nuevo medio (como lo demostraría el singular ejemplo del anciano que distribuye spam de campaña entre sus amigos), sino algunas cuestiones bastante más sencillas.
Por ejemplo, para ver y escuchar YouTube hay que estar conectado por banda ancha y sólo el 40 por ciento de la población negra estadounidense accede a este servicio.
Si la política pasa a la web, como muchos celebran, la banda ancha, que abre las puertas de la esfera pública digital, se convierte en un derecho que la Constitución debería garantizar ("como el agua", dice alguien en un blog).
¿Deberia ser la universalidad de la banda ancha un derecho fundamental?
Hace 48 años, compitieron por la presidencia John Kennedy y Richard Nixon. Marshall McLuhan, el original teórico de los medios, aseguró: "Sin televisión, Nixon hubiera ganado". Nixon no tenía ni la voz, ni la retórica, ni la imagen apropiada a la televisión que, según McLuhan, favorecía a las personalidades más cool, temperatura que hoy es propia de internet. Un nuevo McLuhan hubiera dicho que Hillary Clinton habría ganado las elecciones internas demócratas si no hubiera existido internet, que fomenta lo interactivo y no es hospitalaria con los discursos estructurados, entre otras razones porque sus usuarios leen poca prensa escrita y creen en sus sensaciones, incluso sobre cuestiones lejanas a sus saberes o experiencias. La televisión perjudicó a Nixon. Internet es una pecera ideal para Obama. Al candidato republicano John McCain, un señor bastante viejo, que a cualquier estadounidense le parece el prototipo del político remoto que vive en Washington, le tocó, por razones de edad, no ser afín a internet.
No es sorprendente, entonces, que haya sido Obama quien dio un giro al estilo de las campañas políticas, concentrando esfuerzos y armando un equipo técnico y cultural para ganar la batalla en la web. Por lo menos allí, la ha ganado de punta a punta, imponiéndose en las llamadas "redes sociales", por ejemplo. La página www.techtechpresident. com informa que, en la primera semana de octubre, Obama tenía 2.700.000 simpatizantes en Facebook y MySpace, mientras que McCain sólo arañaba un cuarto de esa cifra; informaba también que los videos de Obama colgados en YouTube habían sido vistos por 78 millones de personas y los de McCain por un poco menos de 21 millones. Desde hace años los que estudian la política han hablado del "espacio público electrónico", refiriéndolo fundamentalmente a la televisión.
Estas elecciones estadounidenses traen un update: la política ha jugado una de sus batallas más largas en el "espacio público digital", donde cientos de miles de ciudadanos se dedicaron a mandar correos electrónicos a otros cientos de miles de ciudadanos que, quizás, en ese momento también estuvieran dedicados a enviar por correo electrónico mensajes similares: pedidos de fondos y links a discursos, reportajes o imágenes del candidato predilecto. Un periodista sorprendido informa que su padre de 85 años envía todos los días cincuenta de estos correos, y concluye que el ancia- no señor nunca en su vida estuvo tan comunicado. Nuevos avances de la gerontología: la política mantiene activos a los que ya se jubilaron. Micah Sifry, columnista de www.techpresident.com, militante digital que no es un optimista a rajatabla, publicó allí una nota donde se pregunta si lo que se ha formado es una nueva comunidad en red o, simplemente, una masa de individuos hiperconectados que, como él mismo, asisten a reuniones de activistas digitales prestando tanta atención a la pantalla de sus laptops como a lo que dicen los otros que, a su vez, prestan tanta atención a sus respectivas laptops como a lo que están diciendo por sus celulares.
Sifry sugiere que debería hablarse de un nuevo síndrome: el déficit de atención digital (DAD). La pregunta inevitable es qué política se perfila en el horizonte digital. Pero antes de que, durante los próximos años, optimistas y pesimistas se consagren a responderla, no está de más considerar algunos datos un poco menos teóricos. En todos lados hay brecha digital. José Antonio Vargas, periodista de política y tecnología de The Washington Post, en un reportaje chat del mes de agosto, se mostró agradablemente sorprendido de que en el caso de la campaña de Obama las redes digitales y las territoriales estuvieran tan entretejidas. No tenía la misma impresión respecto de la campaña de McCain, y esto nos devolvería a los argumentos de afinidad con internet de uno y otro candidato. Todo parece obvio. No lo es tanto que la brecha digital no tenga orígenes tecnológicos ni de familiaridad con el nuevo medio (como lo demostraría el singular ejemplo del anciano que distribuye spam de campaña entre sus amigos), sino algunas cuestiones bastante más sencillas.
Por ejemplo, para ver y escuchar YouTube hay que estar conectado por banda ancha y sólo el 40 por ciento de la población negra estadounidense accede a este servicio.
Si la política pasa a la web, como muchos celebran, la banda ancha, que abre las puertas de la esfera pública digital, se convierte en un derecho que la Constitución debería garantizar ("como el agua", dice alguien en un blog).
¿Deberia ser la universalidad de la banda ancha un derecho fundamental?